Parafraseando a John Lennon, podría parecer que la 4ª Revolución Industrial es aquello que nos va sucediendo mientras estamos ocupados en otros planes. La inercia de lo tradicional y del día a día sigue ocupando una gran parte de nuestras agendas, como si los pronósticos revolucionarios del cambio digital afectaran solo a los demás. Pero la disrupción ya se pasea por nuestras calles y empresas. El futuro ya es hoy.
Las claves contenidas en el último informe elaborado por Deloitte, sobre tendencias globales en capital humano 2019, nos hablan ya de reinvención.
Al 86% de los participantes en este estudio les preocupa la necesidad de reinventar nuevos modelos y capacidades para aprender; el 84% considera agotados los actuales enfoques de experiencia de empleado, reconociendo que no mejoran la productividad; y en tercer lugar, el 80% piensa que hay que desarrollar una mejor manera de liderar a las personas, que responda más eficazmente a una nueva realidad social y humana.
Además de estas preocupaciones, este estudio global refleja un par de datos inquietantes, el 85% de los empleados no sienten ningún compromiso con su trabajo, o aun peor, son activistas de su decepción. Y el segundo dato, identifica que la principal causa por la que la gente abandona su trabajo es que no encuentra oportunidades para aprender o crecer.
Ya hablamos hace semanas sobre el crecimiento del talento freelance y formas de trabajo parecidas. Actualmente, en muchas compañías tecnológicas el 50% de su fuerza de trabajo ya es freelance, en Estados Unidos ya representa el 40% del empleo full time, y esta manera de trabajar ha crecido el 36% en las economías desarrolladas en los últimos 5 años. Están surgiendo nuevos ecosistemas laborales en donde conviven, al mismo nivel de importancia, talento en propiedad -empleados tradicionales-, junto a talento en alquiler por elección, profesionales que optan por vincularse por proyectos o disfrutar de experiencias profesionales que les aporten. Estos nuevos ecosistemas híbridos necesitan de una respuesta eficaz desde las políticas de gestión de personas. Pero junto a ello nos encontramos también con la llamada Gig Economy, con nuevas plataformas colaborativas, en las que en algunos casos es muy difícil ganarse la vida, dada la excesiva precariedad laboral, unido a un incremento de la temporalidad. Zona de luces y sombras que hay que repensar. Tal como expresa la revista The Economist de esta semana, el problema del empleo no está ahora en su cantidad, sino en su calidad, en términos de precariedad e inseguridad, así como la necesidad de encontrar nuevos modelos de liderazgo.
Y en todo este contexto, los CEO´s nos dicen que el impacto en la sociedad, representa su indicador de éxito más importante para 2019, en términos de desigualdad, diversidad y deterioro del medioambiente.
Como acaba de advertir el FMI, el peso de las corporaciones sobre el PIB mundial no deja de crecer. Ligado a ello, cada vez surgen más defensores del concepto de “social enterprise”, como modelo de organización que integra el crecimiento y rentabilidad con la satisfacción de los intereses de la sociedad, yendo mas allá de la RSC y definiciones de misión. Representa una reinvención basada en principios de propósito y significado, ética y equidad, crecimiento personal, experiencia humana e interacción social, transparencia y mayor apertura mental.
Nos encontramos de nuevo a Protágoras inspirando la Revolución Industrial 4.0. Porque nosotros, los de entonces, aquellos que seguimos creyendo que el hombre es la medida de todas las cosas, seguimos siendo los mismos.
Tomás Pereda
Colaborador de Foro Recursos Humanos, de AZC GLOBAL