Decía el filósofo Comte que “la demografía es el destino”, el contexto en el que vamos a vivir las próximas décadas, a pesar de que desde nuestro “peterpanismo”, nos cueste reconocernos en nuestra condición de sociedad envejecida, como consecuencia de que cada vez tenemos menos niños y vivimos más años. En números concretos, nuestra tasa de fecundidad se sitúa en 1,36 hijos por mujer, cuando la tasa de reemplazo generacional es de 2,1, y nuestra longevidad llega a los 83 años, alargándose 6 minutos cada hora que pasa.
Mientras que el descenso de nacimientos no es una buena noticia, nuestra mayor longevidad sí que lo es, situándonos actualmente detrás de Japón, país al que adelantaremos en 2040, situándonos como el país con la mayor longevidad mundial. Hoy uno de cada 4 españoles tiene más de 65 años, y en 2050 casi la mitad -43%- tendrá más de esa edad.
Es una buena noticia, pero nos exige ver la realidad con otras gafas. Sobre todo, si consideramos que, a fecha de hoy, nos jubilamos con 62 años, confirmándose que a partir de los 55 años hay una salida masiva del mercado, y a pesar de que ello convive con un aumento de población ocupada de mayores de 55 años.
Es decir, el talento senior sigue creciendo cuantitativamente, pero cualitativamente es evanescente. Los estereotipos y prejuicios siguen afectando negativamente a su aprovechamiento, alimentando una profecía auto cumplida entre el mercado laboral y el profesional sénior, confirmando falsas creencias del siglo XX, por las que se piensa que a partir de los 50 no se aprende, que no se es flexible, que uno no tiene aspiraciones de crecimiento profesional…y así todas las que ya sabemos.
Pero la realidad demográfica se impone, y cada vez habrá menos de esos JASP de los 90 –“jóvenes aunque sobradamente preparados”- y más SASP –“séniors aunque sobradamente preparados”- para aprender y cubrir las necesidades de la 4ª Revolución Industrial, dispuestos muchos de ellos para alargar su vida laboral, hasta los 70 y más allá.
Según recientes datos, la esperanza de vida saludable alcanza los 74,5 años para los hombres y 73,9 para las mujeres. La edad de jubilación de los 65 años se estableció en 1919 cuando 9 de cada 10 personas no alcanzaban esa edad, y para el que llegaba a duras penas la sociedad decidió echarle una mano con una pensión pública. Esa fue su razón de ser.
En un mercado escaso de talento cualificado y con un modelo de bienestar financieramente inviable, el alargamiento de la vida laboral es la respuesta para todos aquellos que lo deseen. Para ello necesita que profesionales, sindicatos, empresas y gobiernos nos pongamos a trabajar en ello con visión responsable y no electoralista, porque esto no genera votos.
Tal como expresa el profesor Rafael Puyol, “la demografía es ciencia de luces largas y los políticos personas de actuaciones de corto plazo”. No es electoralmente rentable, pero es nuestra verdad incómoda.
En definitiva, la sociedad necesita a todo el talento disponible, de los baby boomers, millennials y centennials, porque todos nosotros, los de entonces, con mayor o menor talento, seguimos siendo los mismos.
Tomás Pereda
Colaborador de Foro Recursos Humanos, de AZC GLOBAL