Reflexiones de RRHH para deportistas de élite.
- ¿Qué vas a hacer una vez terminada tu carrera profesional? ¿Tienes algo pensado?
- La verdad es que no. Quisiera descansar y disfrutar de la familia y amigos. Luego, ya veré.
Todo deportista profesional ha tenido que afrontar esta pregunta al anunciar su retirada. Es una respuesta que se basa en el porqué -la retirada-, y el qué -descansar y disfrutar-, obviando lo más importante: el cómo.
En las horas de entrenamiento, la disciplina y el sacrificio han sido parte de una rutina. A saber: dormir, comer, entrenar y descansar. Dura, por el esfuerzo, pero sencilla en su desarrollo. Su entorno se ve irremediablemente supeditado. Cambian la alimentación para acompañar al allegado en su severa dieta, adaptan su tiempo libre para apuntalar en las horas de descanso. Familia y cercanos son un apoyo esencial.
Mientras está en activo se siente especial. Su popularidad y entrega provoca que se crea un personaje. Este personaje es respetado, adulado y, en ocasiones, idolatrado. Esta situación debe ser gestionada con sentido común para seguir pisando tierra, con más motivo en la retirada, con el fin de no seguir engordando al personaje.
El día después nada cambia. El deportista es homenajeado, reconociendo su carrera deportiva y su aportación. Personaje e individuo saborean aplausos y ditirambos.
Tras la conclusión de los homenajes intenta seguir con su día a día. Pero a su rutina le falta algo. No hay objetivos deportivos y eso puede llevar a caminar sin rumbo. El móvil hace semanas que ha dejado de sonar. Se experimenta el síndrome del teléfono roto. Se observa la terminal de vez en cuando por si se ha estropeado o carece de batería o cobertura. Empieza a sentirse congoja. Resulta diferente a la experimentada entrenando. Es más interna. Se ha vivido algo semejante únicamente cuando no era convocado o cuando estaba lesionado.
El personaje sufre. Los amigos no tienen tiempo por sus jornadas laborales. Percibe aislamiento. Se trata de la soledad del deportista tras la retirada. Rumia sobre si debe regresar al deporte que tanto le ha dado. Llama a sus contactos. Buenas palabras, pero nada es inminente. ¡Añora objetivos! Apremia encontrar uno.
Este proceso explicita vulnerabilidad. Surgen proyectos propuestos por conocidos o por charlatanes. La rentabilidad en una inversión puede ser alta. Es un negocio del que nada sabe. El personaje torna a la palestra. Por fin será de nuevo reconocido. La fragilidad induce a tomar decisiones precipitadas. Invierte. Se erige en referente en el negocio donde otros gestionan. Comienza la pesadilla.
Sus vivencias son ignoradas para las personas que le rodean. Los aficionados los han reverenciado y piensan que son figuras perfectas, con poder mediático, económico y social. En realidad, mientras son profesionales, procuran ser figuras perfectas, pero son más frágiles que la porcelana. Cuando el personaje anhela aplausos y reconocimiento el riesgo de quebrarse es inminente.
El deportista sufre en diversos frentes:
- Emocional: la relación con los íntimos debe adaptarse.
- Profesional: ha de planificar su futuro. ¿Dónde encuentra formación que le ayude a reflexionar sobre nuevos horizontes?
- Financiero: debe aprender sobre finanzas y separar la economía profesional de la personal. Ha de entender el presente para planificar el porvenir.
- La comunicación: saber comunicar se hace insoslayable. Ha de trasladar qué quiere, quién es y hacia dónde va.
La relación del deportista en activo y la organización con la que negocia es tensa. El equipo desea hacerse con sus servicios, con su talento. El deportista y sus representantes reclaman una cuantía económica. En ese mercadeo de talento por contante, es frecuente olvidarse de la persona. Equipo y representante eluden responsabilidades en el futuro del deportista. ¿Quién las asume?
El equipo es presionado por los éxitos deportivos. El manager, por los resultados. Los espónsores por el rendimiento de la imagen. Todos dan por sentado que el deportista diseñará lo que necesita para enfocar lo venidero.
Las cifras son catastróficas. Según el diario «El Mundo», el 80% de los deportistas de élite se arruinan tras su retirada por mala gestión del patrimonio, divorcios y adicciones. En el deporte rey de EE. UU. sucede algo parecido: el 60% de los jugadores de la NBA y el 78 % de los de la NFL acaban en bancarrota.
El desastre se atribuye al propio deportista y al asesoramiento recibido. Su futuro queda en manos de su familia, amigos y representantes, y su toma de decisiones se basa más en mantener su estatus que en analizar la viabilidad del negocio.
En España muchos han pasado terribles dificultades tras su retirada. Rafa Muñoz, élite de la natación española en los años 2000, confesaba: «Hubiera agradecido que alguien me hubiera dado cierta orientación profesional para el día después de colgar el bañador. Te preparan para los entrenamientos, para competir, pero ni te forman a nivel mental ni emocional para asimilar una situación buena o mala ni te ayudan para el día de mañana tener un oficio».
El medallista olímpico Barcelona 92 Gervasio Defeer hacía referencia a la necesidad de asistencia: «Podríamos haber salvado vidas como la de Blanca Fernández Ochoa, Jesús Rollán o Yago Lamela. Se ha actuado tarde porque deberíamos habernos puesto las pilas mucho antes. Hay deportistas que han sufrido como nadie puede imaginarse. Yo soy campeón olímpico y tengo visibilidad para levantar la voz, pero otros compañeros no. Nadie se acuerda de deportistas que invirtieron el mismo tiempo y esfuerzo que yo, pero a los que los resultados no los acompañaron».
El deportista y pelotari Iker Irribarria, retirado a los 26 años por una lesión de rodilla explicaba: «El futuro me genera incertidumbre, tengo que replantearme la vida». Detallaba: «Tengo varios frentes abiertos: uno por la ingeniería mecánica, otro por la enseñanza y ahora estoy estudiando coaching, porque me gustaría ayudar al que lo necesite. No son cuestiones incompatibles entre ellas».
Son ejemplos de deportistas de alto rendimiento que superan en número a los casos de éxito de Michael Jordan, David Beckham o Rafa Nadal, que los medios de comunicación proponen como paradigma de gestión profesional y personal. Suele obviarse la crudeza del devenir del resto.
Los recursos humanos en el deporte son un pilar fundamental para garantizar el éxito y el desarrollo de las instituciones deportivas. Entra el juego la captación de profesionales que garanticen el buen desarrollo de la organización, siendo clave en este punto la formación. En este primer apartado, tienen cabida los servicios técnicos: entrenadores, médicos, fisiólogos, jefes de prensa, marketing, financieros o administrativos entre otros. Invertir en la formación de estos especialistas es garantía de futuro acompañado de excelencia e innovación que encaminen a alcanzar las metas y profesionalizando aún más el mundo del deporte.
En el segundo apartado están los deportistas. El departamento de recursos humanos lo conforman la dirección deportiva junto a ojeadores, scoutings o captadores que tienen la función de analizar desde diferentes perspectivas al deportista. Desde el análisis de datos (IA) de su rendimiento deportivo, hasta su visión estratégica y talento técnico y táctico.
El departamento de recursos humanos lo pilota habitualmente un gestor deportivo, que debería rodearse de un equipo que tengan las habilidades para acompañar desde todas sus perspectivas. Ha de ser buen comunicador, conocer a los deportistas, motivador… Ha de crear un clima favorable, favorecer la promoción incluso actuando como psicólogo.
La creación de fundaciones dentro de las organizaciones deportivas está sirviendo para impulsar la educación, formación y desarrollo de los integrantes, así como para influir en seguidores, acciones sociales o inversiones en responsabilidad social. Con todo, las exigencias del deporte profesional dejan poco espacio para la formación del deportista más allá de lo físico. Mientras se hallan dentro de la estructura reciben una preparación en base a la cultura de cada entidad.
En el entorno empresarial existen programas para directivos en el momento de su salida denominados outplacement. Se proporcionan claves con el fin de poder encaminar el futuro profesional tratado desde la perspectiva emocional, profesional, de comunicación, etc. Urge tras los datos catastróficos mencionados que los deportistas dispongan de programas en los que se les acompañe para afrontar su futuro con tan solo 34/37 años,
Las entidades deportivas públicas como privadas que forman parte del deporte de élite deberían implicarse. No es suficiente con programas que parchean una epidemia: ¡el 80% de los deportistas acaba en la banca rota!
Muchos son personas con valores y talento que pueden trasladarlos a aquello que les apasione. Sólo es cuestión de dejarse asesorar, con programas que salvaguarden su estado emocional, financiero y les ayuden a diseñar su futuro profesional. OUTPOINT, desarrollado por la empresa KIROLIFE, con MINDVALUE, referente en el asesoramiento profesional de la mejor calidad, brinda un programa innovador de acompañamiento para deportistas de alto rendimiento.
Igor González de Galdeano
CEO en Kirolife
