No nos podemos quejar, los españoles somos bastante felices, según el recién publicado 2019 World Happiness Report, elaborado por la agencia Gallup. Ocupamos el puesto 30 entre 156 países encuestados, lo cual no está nada mal, aunque con una tendencia hacia la melancolía, ya que hemos descendido del puesto 21 al 30.
Nuevamente Finlandia vuelve a encabezar el ranking, seguida por Dinamarca, Noruega, Islandia y Holanda. El mundo escandinavo sigue percibiendo que sus sociedades son buenos lugares para vivir.
Sobre los seis factores que se evalúan, España ha obtenido la siguiente puntuación, de mejor a peor:
- Esperanza de vida saludable: la 3ª posición entre 156, tras Japón y Singapur; en esto hacemos podium
- Apoyo mutuo entre familiares y amigos: posición 26
- Renta per cápita: posición 30
- Generosidad -donaciones en dinero y voluntariado-: posición 50
- Percepción de corrupción: posición 78
- Y, por último, libertad de elección individual: posición 95, la peor puntuada entre las 5
Como vemos, esta percepción subjetiva de bienestar, concepto con el que nos sentimos algo más cómodos respecto al término tan absoluto de “Felicidad”, es una combinación de condiciones económicas, de libertad de elección individual en un marco transparente y, sobre todo, de pertenencia a una sociedad en la que la ayuda mutua y la generosidad caracterizan la vida en comunidad.
Llama la atención la percepción tan baja de los españoles respecto a la libertad de elección individual, como si sintiéramos que nuestro destino está fundamentalmente en manos de los demás, fuera de nuestro control, algo muy preocupante respecto a la necesidad de tomar la iniciativa frente al cambio tecnológico que ya vivimos y, sobre todo, nos espera.
Si extrapolamos estos factores al mundo de la empresa, podríamos inferir que el salario es importante pero no esencial, y que aspectos como el bienestar físico y mental, la cooperación y la generosidad, y un alto grado de autonomía son determinantes para la satisfacción de los profesionales. Ejemplo claro de ello, es el descenso de Estados Unidos a la posición 19, a causa de su mayor desconfianza en el Gobierno, menor cohesión social y deterioro de sus condiciones de salud, a pesar de disfrutar de la renta per cápita más alta del mundo. Aunque W. Allen nos diría que “El dinero no da la felicidad, pero produce una sensación tan parecida que solo un auténtico especialista podría reconocer la diferencia”.
En cualquier caso, seamos cautos ante la instrumentalización de la felicidad, como un absoluto, como aspiración personal que fuera posible delegarla en terceros. Como decía Machado, “se canta lo que se pierde”, y ya sabemos de la existencia de Viceministerios para la Suprema Felicidad Social del Pueblo de Venezuela, país que ha sufrido la mayor caída del ranking, situándose en el puesto 108.
Sin llegar al extremo de J.D. Salinger “Soy una especie de paranoico a la inversa. Sospecho que las personas conspiran para hacerme feliz”, nosotros, los de entonces, aquellos que seguimos creyendo que la felicidad es un asunto muy personal, seguimos siendo los mismos.
Tomás Pereda
Colaborador de Foro Recursos Humanos, de AZC GLOBAL