El mundo ya se está enfrentando a una emergencia de aprendizaje de un nuevo saber, y
parece que a nadie le importa.
Este nuevo conocimiento, marcará la frontera entre los profesionales de una nueva etapa globótica, y otro integrado por un movimiento de tecnoexcluidos, personas que lleguen tarde y mal a la 4ª Revolución Industrial.
Nuevamente, la recién acabada conferencia de Davos vuelve a recordarnos que, no más
tarde del 2022, el 42% de la actividad laboral de las 20 mayores economías del mundo será realizada por máquinas, por robots, afectando muy significativamente a 75 millones de puestos de trabajo.
Al mismo tiempo, se necesitarán 133 millones de nuevos puestos, con conocimientos que hoy no existen.
Si miramos al 2025, el 52% del trabajo estará ya automatizado en estos 5 años, y para el 2030 y según la OCDE, 1.000 millones de puestos de trabajo sufrirán un impacto muy relevante debido a su automatización, afectando a 1 de cada 3 puestos.
Sabemos que lo que la tecnología sea capaz de alcanzar, acabará sucediendo, y los robots
ya están llegando a nuestras calles de manera amplia y rápida, mientras nosotros no nos
estamos movilizando lo suficiente para convertir esta posible amenaza en una gran
oportunidad.
No será porque no sabemos esta vez lo que va a pasar.
Nos enfrentamos al gran reto de aprender un nuevo conocimiento; de reciclarnos sin
importar la edad, tanto en el saber técnico como en la nueva manera de pensar y
relacionarnos.
El nuevo territorio de oportunidad profesional para las personas, estará en
aquello que aún está fuera del alcance de los robots, aquello más genuinamente humano,
como la creatividad, la colaboración y el pensamiento crítico, por ejemplo.
Es urgente comenzar a aprender cuanto antes y hacerlo durante toda nuestra vida, hablamos del “long life learning”.
Las oportunidades son mayores que las amenazas. Pero no podemos dejar atrás a una parte importante de la sociedad.
La desigualdad tecnológica, la emergencia de una nueva clase de “tecnoexcluidos”, desesperanzados y militando contra el sistema, podría poner en riesgo la sostenibilidad de nuestro modelo social y económico.
Aparte de este importante coste humano, el coste económico de no contar con talento
preparado, podría tener un potencial impacto negativo de 10,5 billones de euros en el PIB
de las 20 mayores economías del mundo durante la próxima década, según un reciente
informe de Accenture.
Pero este desafío nadie lo puede acometer en solitario.
Primero, y lo más importante, cada uno de nosotros debemos tomar conciencia de que nuestro futuro personal va en ello, aprender y desaprender.
Por ahora, parece que nadie va a venir a rescatarnos. Pero, además, se necesita una gran alianza entre la sociedad civil, gobiernos, instituciones educativas y empresas, que asigne recursos y construya las plataformas y herramientas para facilitar el aprendizaje de 1.000 millones de personas durante esta década.
Este es el gran desafío, tan urgente como importante. No contamos con mucho tiempo.
Como acaba de afirmar Harari en Davos, “no se trata tanto de proteger los puestos de
trabajo como de proteger a las personas”.
Porque nosotros, los de entonces, aquellos que sabemos que el futuro sólo será si, tal como afirmó Protágoras, “el hombre continúa siendo la medida de todas las cosas”, seguimos siendo los mismos.
People Strategist Foro Recursos Humanos