Nuestra mente utiliza nuestra imaginación para activar el miedo.
Nuestra mente, cuya misión es protegernos de los peligros de lo desconocido, se empeña en anticiparnos los escenarios más inquietantes entre los posibles, utilizando nuestra imaginación como el activador más eficaz de nuestras hormonas del miedo, una de las emociones básicas que cumple un papel fundamental: nuestra supervivencia.
Sin el miedo viviríamos de una forma tan temeraria, que pondríamos en peligro nuestra vida y moriríamos.
Este miedo sano es al que se refería Aristóteles cuando afirmó que “la prudencia es la virtud práctica de los sabios”.
Diferente del miedo disfuncional, al que también se refirió el filósofo Henry Home cuando afirmó que “la ignorancia es la madre del miedo”.
En esta crisis muchos medios se están centrando en informar sobre lo más reciente o sobre lo que pasó el día anterior, con mayor espectacularidad que utilidad para ayudarnos a entender mejor la situación.
Se confunden hechos relevantes con anecdóticos o meras especulaciones.
Esto nos conduce a poner mayor atención en lo más llamativo y sobre reaccionamos sobre ello, tal como analiza Harvard Business Review esta semana.
Si el miedo actúa en función de nuestros patrones mentales, creencias y pensamientos, una mente mal informada padece de ese miedo gratuito e inútil, que nos impide tomar decisiones correctas.
Es posible que la enorme abundancia actual de datos e información ofusque nuestra capacidad de entendimiento y de pensar por nosotros mismos.
No podemos dar por hecho que una mayor cantidad, inmediatez y facilidad de acceso a la información nos haga estar mejor informados.
La búsqueda de una información de calidad necesita de esfuerzo e iniciativa individual. Se trata de ir a ella, no de esperar.
Buscar, no encontrar. Contar con ese conocimiento, que nos permite formar un criterio propio e independiente es un deber personal, para poder elegir y ser más libres.
El pensamiento crítico vuelve a aparecer de nuevo, junto a esas cualidades humanas que forman parte de los perfiles más deseados por la 4ª Revolución Industrial, como la creatividad, la curiosidad o la innovación.
Cualidades que representan la mascarilla más eficaz para gestionar mejor, tanto esta crisis, como las próximas que, con toda seguridad, deberemos afrontar en un próximo futuro.
Nuevamente, esta crisis, tan antigua como la propia existencia del hombre, nos enfrenta con nuestros miedos más atávicos.
Y también sabemos que, desde que el primer hombre se atrevió a comer del árbol del conocimiento, el saber y la verdad nos han hecho más libres, porque en el fondo, nosotros, los de entonces, seguimos siendo los mismos.