Como alguien dijo, “ten cuidado con lo que deseas porque se te puede conceder”.
Parecería que la crisis de confianza hubiera contagiado también a la ciencia, pero sería decepcionante que tras pasar toda la noche nadando nos dejáramos ahogar al amanecer.
El progreso científico, que vuelve de nuevo a nuestro rescate, merece un voto de confianza; un esfuerzo para pensar críticamente por nosotros mismos, evitar subcontratar el pensamiento de otros, y formar nuestro propio criterio.
Contamos ya con la vacuna anhelada, pero algunas encuestas nos dicen que un 40% optaría por esperar a ver -entendiéndolo como esperar a ver qué les pasa a los demás-, un 13% ni se lo plantea, y sólo un 24% se vacunaría cuanto antes.
¿Qué hacemos? Comienza el dilema.
Partimos de una premisa importante: somos libres para decidir si nos vacunamos o no.
Decidir es elegir, y por ello responsables de las consecuencias derivadas de nuestra libre elección, sobre todo en nuestra relación social o profesional con los demás. Reflexionemos sobre ello.
Si la vacuna posee una eficacia del 90%, es posible que a 1 de cada 10 vacunados no les haga efecto o les genere una inmunidad corta, a pesar de que su carnet acredite su vacunación.
Además, están aquellos que aún queriendo no puedan ser vacunados. Por ello, no deberíamos asumir que toda persona vacunada queda protegida.
¿Cómo proteger a estas personas especialmente vulnerables que ya no tienen la opción de la vacuna frente a aquellos que han decidido libremente no vacunarse?
¿Podrían compartir los mismos espacios de trabajo, aviones, hoteles, aulas, restaurantes o locales de ocio, incluso con aquellos eficazmente vacunados?
¿En caso de conflicto, qué derecho o valor merece mayor protección?
¿El de la libertad de elección o el de la protección al más vulnerable que ya no tiene opción?
¿Es posible integrar la libertad de todas las opciones? ¿Podría considerarse discriminación la limitación de circulación de los no vacunados?
Nos encontramos ante un dilema moral, dos valores en conflicto. La libertad de aquellos que eligen no vacunarse, frente a la de aquellos que lo hacen, pero no les funciona.
Surgen conceptos como libertad, responsabilidad y consecuencias de nuestras elecciones y acciones.
Siempre se ha dicho que la libertad de uno termina donde empieza la del otro.
¿Es moralmente más correcto en este conflicto proteger la libertad del más débil?
Nuevamente, ser capaces de formular preguntas es más importante que las propias respuestas.
Me temo que las respuestas no nos las proporcionarán esta vez los robots ni la IA.
Si liderar es gobernar personas libres e inteligentes, como directivos deberemos acudir nuevamente a la sabiduría para respondernos, entre otras preguntas, qué debemos hacer, qué podemos esperar.
Porque nosotros, los de entonces, aquellos que sabemos que “el miedo no evita la muerte, sino que el miedo evita la vida”, como dijo el escritor Naguib Mahfouz, seguimos siendo los mismos.
Subdirector General Fundación máshumano
People Strategist Foro Recursos Humanos