¿Formación o desarrollo?
Los coaches ejecutivos ontológicos creemos en el poder del lenguaje y solemos fijarnos en el significado de las palabras y en sus interpretaciones.
Para mí, la palabra «formación«, me hace pensar en algo ordenado, impuesto y pasivo. Donde una persona instruye y los demás cumplen, donde una persona enseña y las demás digieren.
Algo rígido, inerte, pasivo, recto, casi perfecto e incuestionable, unidireccional.
Necesario, en parte, cuando se trata de algo técnico, pero donde cada uno crece a una manera y ritmos distintos, que no son suyos y donde no se permite, en demasía, aportar el talento y la experiencia de cada uno. Aquí casi no hay inteligencia colaborativa.
Sin embargo, «desarrollo«, me inspira evolución y mejora continua, es algo activo en el que la persona participa y quiere. Y, además, lo hace a su manera y a su ritmo.
Como mejor sabe hacerlo. Con mejora continua y superando sus propias adversidades. Donde cada caída y éxito, son aprendizaje y crecimiento.
La «formación» estaría más encaminada a conocimientos técnicos y el «desarrollo» a habilidades y competencias personales.
La vida es imprevisible y cambiante y lo que necesitamos son herramientas para adaptarnos a los cambios.
Los contenidos cambian, pero la competencia para entusiasmarse por aprender, no. En este entorno hiper VUCA, que todo cambia tan deprisa, más merece la pena desarrollar la pasión por aprender que contenidos que pronto se quedarán obsoletos.
«No des peces mejor enseña a pescar«.
Los conocimientos técnicos se pueden obtener de muchas formas: con clases presenciales, tutoriales, on-line, con lecturas, etc, sin embargo, el desarrollo personal tiene que tener un acompañante, un mentor, un entrenador o un coach, que te rete, que te provoque, que te haga entrenar duro, que te haga de espejo y te lo muestre y que te de constante feedback.
Alguien que, desde el NO juicio y el egoless, te impulse, haga que te fijes más en tus fortalezas y que con mirada apreciativa, celebre contigo los pequeños y grandes logros. Respetando tu ritmo.
Y es que, no hay que subestimar a nadie, no hay que juzgar, hay que sobreentender un gran talento en las personas que, muchas veces, está por descubrir y desarrollar.
Además, a los adultos, no nos gusta que nos enseñen, nos gusta aprender. Y lo hacemos cuando vemos la necesidad, cuando vemos el beneficio y cuando tomamos conciencia de dónde estamos y a dónde queremos llegar.
Solo así, es cuando decidimos «querer ser» y, no tanto, «querer hacer».
Socia Fundadora. Consultora, formadora y coach ejecutiva en Afincoach. Colaboradora Foro Recursos Humanos.