En la liga de los procesos de transformación contamos con dos jugadores clave, la mente y el lenguaje, que inicialmente chupan banquillo mientras contemplan cómo otros saltan al campo, vistiendo camisetas sobre metodologías, procesos y tecnología, pero que finalmente no logran rematar a puerta.
En esta liga de las transformaciones sólo el 30% logran clasificarse, mientras el 70% no logran sus objetivos, descienden de categoría y sus entrenadores son cesados.
Aunque el cambio es parte de la vida, como algo inevitable y constante, parece ser que nuestra mente convive bastante mal con tanto trajín, y subestimamos el importante papel que juega nuestro subconsciente en todo este lío.
A nuestra mente no le gusta nada la incertidumbre, y está programada para protegernos y ponernos en alerta ante amenazas imaginadas que casi nunca suceden, pero es como reacciona normalmente ante lo desconocido que representa toda transformación.
Nuestra mente elige muchas veces seguir en una zona insatisfactoriamente segura, prefiriendo incluso lo malo conocido a lo bueno por conocer.
¿A quién no le despertado la mente a mitad de la noche, advirtiendo sobre los imaginados peligros y amenazas de una nueva situación?
Ansiedad que desaparece al amanecer, cuando nuestra parte consciente y racional pone orden en nuestros pensamientos, reconociendo las ventajas del nuevo destino.
Pero el tránsito de los conocido a lo desconocido implica un gran esfuerzo emocional y racional.
Por suerte, el cerebro posee una flexibilidad y neuroplasticidad que nos permite sustituir viejas creencias por otras nuevas, una vez que descubre y se convence que la nueva situación es mejor que la anterior.
Por otra parte el lenguaje no es algo neutro. Hay palabras que, aunque tengan significados parecidos, sacan lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros, nos impulsan o nos paralizan.
Hay muchas palabras que solo son escuchadas atentamente por nuestro subconsciente, sin que nos demos cuenta, y que hacen que nos comportemos de una determinada manera, sin ser consciente de ello.
Lo que el profesor Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía en 2002, llamó efecto «priming» o ideomotor.
Tal y como sostiene el profesor Luis Castellanos, «el lenguaje positivo ayuda a construir nuestro futuro, consiguiendo que nuestro cerebro mejore su capacidad de ser más rápido, más atento, más creativo y con mayor energía»
La clave de toda transformación es lograr que las personas decidan libremente que prefieren el nuevo territorio al anterior, incorporando una nueva mentalidad y generando nuevos hábitos.
El éxito o fracaso va de personas. Las estrategias, metodologías, procesos o tecnologías van después.
Por eso es tan relevante entender el papel de nuestra mente y el enorme impacto que las palabras, el lenguaje, ejercen en cualquier transformación.
En realidad, ambos nunca se quedan en el banquillo, siempre juegan, aunque muchas veces paguemos el precio por ningunearlos.
Para terminar, nos inspiramos en el poema de Gabriel Celaya «la poesía es un arma cargada de futuro», porque nosotros, los de entonces, aquellos que sabemos que las palabras crean las realidades, seguimos siendo los mismos.
Tomás Pereda
People Strategist de Foro Recursos Humanos