Seamos sinceros, nuestros prejuicios sobre la edad son tan poderosos que preferimos dejar vacante una posición antes de contratar a talento sénior de más de 55 años.
En la asignatura de Diversidad progresamos adecuadamente en políticas de género, orientación sexual, religión y demás, pero en materia de edad repetimos curso, se nos hace bola.
O más claramente, discriminamos.
Esta semana Jordi Pascual hijo nos presentó en un video a Jordi Pascual padre, 59 años, con tres carreras, dos másteres, 30 años de experiencia, buen profesional y 9 años en paro.
“Tú estas para soñar lo tuyo, no quieras entrar en mi sueño, que es una pesadilla”, le contestó Jordi padre a su hijo cuando le anunció que iba a grabar un vídeo para ayudarle a encontrar trabajo.
En el vídeo, el entrevistador pregunta al candidato: “¿cómo puede ser que con la experiencia y los conocimientos que usted tiene, esté buscando trabajo y no sean las empresas las que le estén buscando a usted?”
“Porque tengo 59 años”, contesta Jordi padre.
Esta es la realidad de más de 40.000 candidatos mayores de 55 años, SASP´s – “Séniors Aunque Sobradamente Preparados”, que arrastran su invisibilidad en un mercado de trabajo que aun vive bajo los prejuicios del siglo pasado, en el que en sus inicios se decidió que éramos viejos a los 65 años.
Pero en eso llegó la demografía, y nos pilló dormidos.
Sin saber que España es el segundo país más longevo de la tierra, llegando hoy a los 83 años de esperanza de vida, y que en 2040 ocuparemos la primera posición.
Que nuestra esperanza de vida saludable alcanza mas allá de los 74 años, a pesar de que la edad media en la que nos jubilamos son los 62 años.
Y todo esto con una tasa de fecundidad de las más bajas del mundo.
Sólo nos supera el Vaticano con una tasa de 1,36 hijos por mujer, cuando el reemplazo generacional se sitúa en 2,1.
Conviviendo con una escasez estructural de talento sénior, en el que las empresas ya contabilizan 130.000 vacantes sin poder cubrir por no encontrar candidatos, tendencia que irá a más en los próximos meses y años.
Y aquí estamos, dando esquinazo a los SASP que han decidido alargar su vida laboral, a pesar de no encontrar talento cualificado y carecer de dinero para sostener nuestro sistema de pensiones.
Hace más de un siglo la vejez llegaba a los 65, y para los pocos que llegaban se creó la jubilación.
El equivalente a esos 65 de hace un siglo serían los 80 de hoy.
La longevidad creciente ha creado ya una nueva generación muy activa -los perennials- que reclama su sitio y que, junto al resto de generaciones, aun tiene mucho que decir y protagonizar.
La gestión del talento sénior es el nuevo desafío para los profesionales de la gestión de personas.
La demografía y la revolución industrial 4.0 no dejan mucha opción.
Necesitaremos movilizar a los reservistas que ya demostraron su valor en combate de años pasados.
Comencemos por derribar viejos estereotipos y abandonemos prácticas discriminatorias.
Mirémonos a nosotros mismos, pero con unos pocos años más.
Porque nosotros, los de entonces, aquellos que como decía Chesterton “podemos envejecer para todo, menos para el asombro”, seguimos siendo los mismos.
Tomás Pereda
Colaborador de Foro Recursos Humanos, de AZC GLOBAL