Durante estas semanas de confinamiento y trabajo en remoto los directivos, managers y
todos los profesionales de las organizaciones hemos tenido tiempo de entrar en boxes y
ajustar algunas piezas clave de nuestro vehículo, que tras muchas horas de pilotaje a gran
velocidad han podido sufrir algunos desajustes y desperfectos.
Ante el cambio repentino del “estado de la pista”, esta parada en boxes nos ofrece la
oportunidad de replantearnos el modo de conducción, revisar la dirección, diagnosticar el
estado del motor, y confirmar que algunos daños de la carrocería, aparentemente
preocupantes, no tenían mayor relevancia.
En esa puesta a punto de nuestros vehículos, aparecen alguno chequeos que parecen
obligatorios para continuar la carrera con éxito:
Revisar la dirección:
Desde una mayor consciencia y reflexión que nos da esta parada en boxes, hemos podido repensar hacia dónde nos dirigimos, cuál es la meta, y reflexionar en qué medida ese objetivo que nos guía está alineado con el objetivo de nuestros equipos y el de la compañía.
También hemos podido ganar consciencia de la “situación de carrera”, pudiendo ajustar
nuestra estrategia para las próximas vueltas.
Modo de conducción:
¿estoy en modo reactivo? ¿o por el contrario la proactividad y la iniciativa es la actitud que predomina en mi forma de trabajar?
En un entorno cada vez menos jerárquico y burocrático, las organizaciones piden a
gritos proactividad por parte de todos sus miembros, y a todos los niveles.
Anticiparse, priorizar, proponer, resolver con rapidez.
En definitiva, tomar la iniciativa desde una energía creativa orientada a ofrecer las mejores soluciones posibles, teniendo siempre presente los objetivos y la misión de la empresa.
Chequear el estado de los neumáticos:
Que buena oportunidad la entrada en boxes para revisar el estado y “la presión” de las competencias clave que nos permiten dirigir bien a nuestros equipos y alcanzar los resultados esperados.
Esas competencias necesitan ser revisadas con frecuencia y a veces renovadas o
impulsadas a través de procesos de formación, coaching o mentoring.
Sin ruedas nuestro monoplaza no anda; sin competencias difícilmente podemos avanzar y crecer en nuestro rendimiento y liderazgo.
Al igual que la conducción en mojado requiere neumáticos diferentes, tal vez
necesitamos poner también ruedas nuevas para responder a los retos de mayor agilidad
y transformación digital a los que se enfrentan nuestras empresas.
Así, competencias como la gestión de equipos en remoto, la innovación continua, la gestión de la ambigüedad o la adaptación al cambio son algunas de las competencias que deben verse reforzadas en este nuevo entorno.
Desperfectos en la carrocería:
¿cómo convivimos con el error? ¿nos bloquea? ¿nos desanima? ¿o lo vemos como una fuente de aprendizaje continuo?
Asumir nuestra vulnerabilidad y aceptar que no tenemos respuesta para todo, es el mejor punto de partida.
Debemos interiorizar que esos adelantamientos fallidos, pequeñas colisiones y
salidas de pista que han dañado nuestra carrocería, a la vez son fuente de aprendizaje
para optimizar nuestra conducción.
El contexto actual demanda en las organizaciones una toma de decisiones ágil, que
pasa por buscar la mejor solución en un proceso de iteración constante, y tratando de
incurrir en el menor coste posible.
Y para ello será clave nuestra capacidad para dar y recibir feedback con frecuencia, como así lo hacen también los pilotos de Fórmula 1 en comunicación constante con el equipo de ingenieros.
Revisar el sistema eléctrico:
Necesitamos a los demás para avanzar; solos no podemos.
Las conexiones eléctricas -nuestras relaciones- son las que nos permiten avanzar más rápido, y algunas de ellas se han podido desgastar o desajustar con la alta intensidad de la carrera.
Y ahora más que nunca, en un entorno en el que la colaboración en remoto cobra mayor
protagonismo, necesitamos que nuestros circuitos eléctricos funcionen a la perfección.
Es decir, desarrollar relaciones de mayor calidad con nuestros compañeros de equipo,
otras áreas de la empresa, clientes y el resto de stakeholders clave.
¿Para qué conducimos?:
Finalmente hemos podido aprovechar esta parada en boxes para revisar también nuestro motor y hacernos la gran pregunta: ¿para qué conduzco?.
Un propósito con mayúsculas que va más allá del puro resultado y de la consecución de
los objetivos de negocio.
Un propósito que cobra especial fuerza cuando tiene un componente trascendental, que
se traduce en el impacto de nuestro trabajo en nuestros compañeros, en los clientes y
en la sociedad.
Es decir, en la huella que estoy dejando como piloto.
Si no lo has hecho todavía, te invito a que aproveches este momento para parar en boxes.
El tiempo invertido para esta revisión de tu vehículo te permitirá afrontar las próximas
vueltas en mejores condiciones, y con muchas más posibilidades de éxito que otros pilotos
que han decidido continuar la carrera sin revisar su monoplaza.
Consultor y Coach experto en Desarrollo Directivo y Transformación Cultural