No solo se trata de comunicar, sino de inspirar
Navegamos con vientos muy agitados. En estos tiempos tan inciertos, convulsos y nubosos, lo más importante es que siga siendo lo más importante. Las personas. Las personas somos importantes porque aportamos las ideas, las relaciones, el cambio, el hambre, el inconformismo, somos el motor del resto de cosas que sin nosotros no podrían comenzar ni continuar.
Los empleados tenemos un poder del que muchos directivos no son conscientes, somos fundamentales para la reputación, la imagen y la prosperidad de la organización.
Una comunicación interna excelente debe ser clara, abierta y sobre todo transparente. Una fórmula incuestionable para aumentar la competitividad, la participación y por supuesto la productividad.
La comunicación interna ha cobrado una especial importancia desde la llegada de la COVID-19 y se ha puesto en valor su alianza con los RR. HH.
Las empresas han tenido que enfrentarse a una situación de crisis muy compleja y han puesto todos sus esfuerzos para adaptarse y cuidar lo más importante que tienen: las personas.
La comunicación, la escucha activa de las necesidades y propuestas de los profesionales, genera un compromiso y una implicación enorme. Aunque habrá gente que piense lo contrario, el escuchar a los profesionales hace ganar dinero a las compañías.
Y claro, para comunicar hay que liderar. Por eso cuando un líder despierta en las personas las conciencias, y no me refiero a manipular las conciencias sino todo lo contrario, a ser un activador, un provocador de conciencias, las personas se mueven, se entusiasman y se comprometen.
El líder debe entender que su misión no es mandar, sino inspirar en pos de un propósito común.
Con espíritu de servicio, apartando su ego de la ecuación para que las sinfonías de talentos logren explotar al máximo sus mejores versiones personales y profesionales, creando constantemente oportunidades para todos.
Un liderazgo basado en emociones y en las actitudes auténticamente humanas: como la empatía, la escucha, las relaciones sólidas basadas en principios, la creación de flujos de comunicación sólidos y un liderazgo con propósito trascendente.
Las empresas necesitan a profesionales curiosos que generen nuevas ideas y a líderes que ayuden a desatar el potencial de las personas, líderes que animen a sus equipos a asumir desafíos y a aprender de los errores, por supuesto.
La comunicación interna es fundamental para que los profesionales de las empresas crean y vivan la marca y por ello es importante diseñar, impulsar y experimentar una cultura propia atractiva, seductora y con sentido.
Con valores consistentes que integren, que impliquen, que identifiquen y que comprometan, con coherencia, con autenticidad y de manera natural a todos los empleados de las compañías
Creando, propagando y transmitiendo nudos de confianza, de seguridad y sobre todo de ilusión. Así se crea engagement y vínculos potentes con los clientes internos.
Los profesionales demandamos y exigimos, en alguna medida, transparencia en la comunicación empresarial. Es decir, compañías responsables, que transmitan la verdad y que la comuniquen oportunamente con claridad y con máxima naturalidad y consistencia en el mensaje.
Así, y solo así, la comunicación interna puede actuar como palanca de transformación al interior de una compañía y responder con contundencia a los nuevos retos que enfrentamos.
Es esencial para una correcta implantación de la estrategia propia de cada empresa y una herramienta de valor incalculable para que toda la organización se dirija hacia una misma dirección y compartan objetivos.
Las estrategias de comunicación interna no se pueden improvisar. Son pilares transcendentales en las empresas.
Los profesionales, la dirección de las compañías y la sociedad en general podemos y debemos tener un impacto positivo en el mundo con excelencia, con integridad y sabiendo y asumiendo que comunicar es servir.
La empresa del presente y del futuro se construye desde dentro hacia afuera.
Por todos los cambios que nos está tocando vivir como la revolución tecnológica, la globalización, la crisis sanitaria mundial y la irrupción de la generación Z, quizá no somos del todo conscientes que estamos escribiendo la historia del fin del mundo tal y como lo conocemos, impulsando cambios sociales profundos e intensos.
Las empresas pueden ser catalizadores de estos cambios en la sociedad trasladándolos a cada una de sus compañías, sabiendo que el mundo, nuestro mundo, quizá nunca más será el que fue, pero tampoco es todavía el que definitivamente será.
Autor: Roberto Cabezas, Executive Director Career Services en la Unav