Como veterano formador en las llamadas «habilidades blandas», cada vez veo más necesario sensibilizar a los gerentes, y en general a cualquier persona en situación de poder en una organización, sobre la importancia de humanizar la relación con sus colaboradores, basándola siempre en el respeto y la empatía, independientemente del rango que las personas ocupen. Porque si bien es cierto que las nuevas organizaciones suelen adoptar estructuras más horizontales, todavía existen en muchas de ellas reminiscencias de aquél nefasto “ordeno y mando” propio de estructuras fuertemente jerarquizadas e impermeables a los nuevos modelos de gestión de los recursos humanos.
En efecto, para la inmensa mayoría de empleados, sentirse «por debajo de» genera un sentimiento de incomodidad que obstaculiza el trabajo equipo y dificulta el desarrollo del sentido de pertenencia. Y siguiendo la misma lógica, aquellos mandos que opten por un marco de relaciones asimétricas en las que las que prevalezca el sentirse «por encima de», tendrán menos oportunidades de construir equipos cohesionados y comprometidos que aquellos que «sepan ponerse en los zapatos de sus colaboradores» y prioricen los vínculos profesionales sustentados en la confianza y el respeto mutuo.
En esta misma línea, creo que ninguna organización puede perder jamás de vista que su propósito, además de la irrenunciable rentabilidad, es hacer crecer a las personas que, de una manera u otra, hacen posible la obtención de resultados. De este modo, fomentando el bienestar y el desarrollo de los clientes internos, evitaremos la proliferación de “organizaciones centrífugas”, aquellas que con sus políticas y/o procedimientos invitan constantemente a sus colaboradores a alejarse y buscar nuevos retos en otros horizontes profesionales.
Y desde esta óptica de empresa realmente saludable, preocupada por el bienestar de sus colaboradores, tampoco podemos permanecer indiferentes ante aquellos comportamientos individuales que generan más rechazo entre los equipos de trabajo: los trepas, los pelotas, los listillos…, conductas verdaderamente «tóxicas» que suelen estar presentes en aquellas culturas organizacionales que favorecen el favoritismo y el “amiguismo” ventajista en detrimento de la meritocracia.
En definitiva, construir entornos más humanos en la empresa pasa por ser conscientes de:
1. Las empresas, además de buscar la rentabilidad, no pueden perder de vista que trabajan con PERSONAS.
2. Trabajar con personas exige que gerentes y mandos intermedios desarrollen una cierta «sensibilidad interpersonal» (empatía) que facilite la buena comunicación con sus colaboradores.
3. Además de sentirse bien tratadas (justamente remuneradas, escuchadas y valoradas), las personas necesitan saber que su progreso dentro de la empresa dependerá exclusivamente de los propios méritos.
Autor: Ignasi Castells, escritor del libro, «En clave de personas: Jefes más empáticos, empresas más humanas» y formador en habilidades de comunicación.