¿A dónde se fue la sabiduría?
Desde la perplejidad de este momento, recupero un comentario que compartí hace dos años, sobre la necesidad de volver nuestra mirada hacia la sabiduría, en ese tiempo en el que no sabíamos aún que éramos felices, “en el que reconocimos la alegría por el ruido que hizo al marcharse”, como expresó Prévert
Hace años, el profesor Lamo de Espinosa destacó la importancia de diferenciar la información de la ciencia, y éstas dos, de la sabiduría, modos de conocimiento las tres, pero de muy distinto alcance y desarrollo.
Por un lado, la información nos proporciona datos, nos dice “lo que es y cómo es lo que es”. Es accesible y crece exponencialmente.
Por otro lado, la ciencia representa un saber que nos muestra “qué podemos hacer”, crece también de manera acelerada, se renueva cada pocos años y sabemos cada vez más y mejor cómo desarrollarla.
Y, por último, tenemos a la sabiduría, una forma de saber superior a la información y a la ciencia, que nos responde a la pregunta sobre “qué debemos hacer”, que trata de enseñarnos a vivir y que nos muestra, entre todas las opciones, la que mejor merece ser llevada a cabo.
La paradoja es que, en contraste al crecimiento exponencial de la información, de la ciencia, y de la tecnología, la sabiduría que disponemos hoy no es mucho mayor que la que heredamos de los tiempos de Platón y Aristóteles.
Como decía Asimov “el más triste aspecto de la vida ahora mismo, es que la ciencia alcanza el conocimiento más rápido que la sociedad la sabiduría”.
Cada vez sabemos más “qué podemos hacer”, pero prestamos menos atención a “qué debemos hacer”.
Como nos recuerda el poeta Thomas Eliot: “¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento? ¿Y dónde está el conocimiento que hemos perdido con la información?”
Vienen tiempos apasionantes en los que veremos, como el replicante de Blade Runner, cosas increíbles cerca de la puerta de Tannhäuser.
A mayor avance tecnológico y científico, necesitaremos recuperar nuestra mirada hacia la sabiduría, desde una naturaleza humana que, en su esencia, sigue siendo la misma sobre la que reflexionó Aristóteles.
Dejamos atrás la era de la información y la era del conocimiento, para adentrarnos en la era del pensamiento.
Una nueva era en la que deberemos aprender a pensar más y mejor por nosotros mismos, para poder decidir bien y elegir libremente.
Desde hace tiempo, el relato de esta época lo están escribiendo ingenieros, científicos y tecnólogos, grandes profesionales que a medida que progresan ya reclaman esa mirada humanista que garantice que la persona siga en el centro.
Como dice un proverbio zen “si no sabes a dónde vas, regresa para saber de donde vienes”, algo que ya intuimos nosotros, los de entonces, aquellos que seguimos siendo los mismos.
Subdirector General Fundación máshumano
People Strategist de Foro Recursos Humanos