Buena parte de los trabajadores, pero muy especialmente aquellos que tienen familiares a su cargo -ya sean hijos, personas mayores o dependientes- llevan tiempo reclamando más facilidades para teletrabajar.
Algunas empresas han ido dando, poco a poco más facilidades, pero aún son muchos los empleados que deben acatar el presencialismo, los horarios poco flexibles y, además de eso, llevarse trabajo a casa algún que otro día.
La crisis sanitaria ha dado un giro de 180º al panorama laboral y ha obligado a las empresas a cambiar (más bien a la fuerza) su mentalidad.
El teletrabajo se ha implantado como opción, más o menos permanente y más o menos obligatoria debido a las circunstancias y sin embargo…sigue habiendo problemas de conciliación: los horarios son más flexibles pero no siempre compatibles; la hiperconexión nos impide realizar esa necesaria separación entre lo personal y lo laboral; y el miedo, ahora mayor, a perder el empleo obliga a muchos trabajadores a rendir más (no necesariamente mejor) y a demostrar un mayor compromiso (que no siempre es real).
La doble presencia, un arma de ‘doble’ filo
Esta situación, de compartir espacio y tiempo de trabajo con espacio y tiempo de ocio y familia se denomina ‘doble presencia’. Estamos en dos lugares al mismo tiempo, aunque físicamente sean el mismo.
La mente ha de concentrarse en unas tareas mientras se le reclaman otras alrededor (terminar ese informe tan importante mientras nuestro hijo nos pide ayuda con el wi-fi, por ejemplo), lo que acaba por aumentar el estrés, la ansiedad y la fatiga, poniendo en riesgo la salud tanto mental como física y evitando, además, responder de manera adecuada a las demandas del trabajo y a las domésticas.
Mientras, en la empresa, esta situación que puede llegar a rozar el burnout repetida por el número de trabajadores hace que, si bien aumenta la cantidad de horas ‘productivas’, el rendimiento real caiga bajo mínimos, los errores humanos se multipliquen y la productividad baje. Y ninguna empresa quiere esto, ¿verdad? Sin hablar del buen ambiente, el bienestar personal y el respeto a los derechos de los trabajadores.
Así las cosas, no siempre podemos confiar en que el trabajador pueda, de manera efectiva, organizarse bien con el teletrabajo y su propia conciliación. Es cierto que según la Ley de Parkinson, procrastinar es humano: “El trabajo se expande para llenar todo el tiempo disponible para completarlo”.
Es decir, si durante todo el día tenemos el ordenador abierto y estamos ‘trabajando’, aun en casa, iremos relegando las tareas hasta el límite más lejano posible antes de hacerlas, lo que nos puede dar la sensación de no acabar nunca.
¿Qué pueden hacer, entonces, las empresas?
Está claro que la exigencia de presencialidad -múltiples videollamadas, emails o soluciones para el control de las horas que pasan conectados- no es la respuesta, y los trabajadores tampoco la quieren.
Nuestro equipo de psicólogos Affor te ofrece algunas medidas que se pueden tomar para favorecer la conciliación, y con ella el bienestar de los empleados, y con él la buena marcha general del negocio:
- Sí a la flexibilidad: El trabajo por objetivos siempre que sea posible, y el teletrabajo, bien como modelo permanente o bien como parte de las horas semanales, permiten que los trabajadores gestionen su tiempo de la manera que mejor les convenga.
- Horarios ‘de colegio’: Ofrecer jornada intensiva en los meses de verano y vacaciones escolares y posibilidad de días libres recuperables en caso de enfermedades infantiles o compromisos familiares justificados.
- Jornada reducida por elección: A menos horas trabajadas, menos sueldo (es una regla de tres básica), y muchos trabajadores, ya sean padres, madres o independientes, pueden querer sacrificar parte de su remuneración por más tiempo libre.
- Servicios alternativos: Guardería en la empresa o ayudas para las mismas, así como posibilidad de cursos de formación, gimnasio, comedor…
Tener un buen plan: Todo esto debe estar bien estipulado en los estatutos de la empresa y ser conocido por los trabajadores desde su incorporación para evitar ‘fuegos’ de última hora y problemas de sobrecarga del resto de la plantilla cuando los compañeros se acojan a alguna de estas medidas.
Recordemos, como norma general, que lo ideal es dividir el día en tres partes más o menos iguales (unas ocho horas). Una de ellas es el descanso (no dormir o ‘robar’ horas al sueño para otras tareas no es, a la larga, una opción).
Otra el trabajo (con la flexibilidad o rigidez que nos permita nuestra profesión) y la tercera la que hemos estado llamando ‘vida personal’: familia, ocio…
Las tres esferas deben existir, tocarse, pero nunca mezclarse por el bien de empresas y empleados. Solo manteniendo esta rutina podrán los trabajadores, las personas en general, ser felices y por tanto más eficientes y productivos profesionalmente.