El próximo 12 de agosto se celebra el Día internacional de la Juventud, un marco en el que la Fundación Adecco, con la colaboración de Wärtsilä, presenta su 8º informe Jóvenes con Discapacidad, motor de futuro. En esta octava edición se ha realizado una comparativa entre las personas menores de 30 años con certificado de discapacidad y aquellas que no lo tienen, en aras de detectar dobles barreras, dificultades e inquietudes en el ámbito laboral. El informe basa sus conclusiones en una encuesta a un total de 800 jóvenes, 200 de la Comunidad de Madrid y 70 con algún tipo de discapacidad.
Luces y sombras en el empleo de los jóvenes con discapacidad
La generación zeta (nacidos a finales de la década de 1990 y principios del decenio 2000) ya ha realizado su incursión en el mercado laboral. Se trata de la cohorte de los nativos digitales, los que valoran la diversidad, enfocan de forma pragmática los problemas y se orientan al diálogo, entre otros atributos. Sin embargo, y al igual que sucede con la generación antecesora (los millenials o generación Y), los profesionales más jóvenes afrontan dificultades mayúsculas de acceso al mercado laboral, con una tasa de paro que hoy alcanza el 30%, frente al 13% general, según la EPA.
Entre las causas de este elevado desempleo, hay que destacar la concatenación de crisis económicas que han vivido las generaciones jóvenes durante el tercer milenio: la Gran Recesión de 2008, la pandemia, el actual proceso de incertidumbre, la inflación sin precedentes y el incremento de los costes de producción, que moderan las contrataciones y dificultan el acceso a un primer empleo. Asimismo, existe un obstáculo estructural que se mantiene en el tiempo: una pronunciada desconexión entre las demandas empresariales y las competencias de la fuerza laboral joven. Esta brecha tiene su origen en un sistema educativo que no está suficientemente alineado con las necesidades del mercado laboral. y que es especialmente acusada entre los jóvenes con un menor nivel formativo.
En este marco, ¿qué sucede con los jóvenes con discapacidad? Indudablemente, además de las dificultades que ya afrontan las personas de su edad, ellos tienen que cargar con el estigma y los prejuicios asociados a la discapacidad, que siguen imperando en el imaginario social y que les asocian a profesionales con capacidades inferiores, más costosos o menos productivos, entre otros.
Por todo ello, el empleo de los jóvenes con discapacidad constituye todo un reto para la sociedad, un desafío que presenta luces y sombras que es conveniente analizar. Entre las primeras, un dato cuantitativo: en 2022 las personas con discapacidad firmaron un total de 19.554 contratos en la Comunidad de Madrid, un máximo histórico que representa un crecimiento del 6% con respecto al ejercicio 2021. Aunque las fuentes oficiales no ofrecen clasificación por edad, puede inferirse que los jóvenes con discapacidad también se han beneficiado de esta cifra récord y que, de hecho, son uno de los motores que impulsan al alza las contrataciones, como se analiza a continuación a través de los siguientes factores:
- Mayor eficiencia legislativa, cuatro décadas después de la aprobación de la LISMI, hoy ley general de las personas con discapacidad y su inclusión social), que exige a las empresas de más de 50 trabajadores la incorporación de un porcentaje de personas con discapacidad no inferior al 2%.
- Paulatino cambio de mentalidad y auge estrategias DE&I. Gracias a la mayor visibilidad de la discapacidad en la sociedad y a la expansión de las políticas de Diversidad, equidad e inclusión (DE&I) en las empresas, se ha ido superando la visión meramente jurídica y/o filantrópica de la discapacidad, en pro de una perspectiva más integral que valora su talento como motor de competitividad, reputación y/o mejora del clima laboral.
- El empleo como propósito vital de las nuevas generaciones. Los jóvenes con discapacidad están sentando un nuevo paradigma, mediante el que conciben el empleo como un derecho fundamental. De hecho, el 76% tiene aspiraciones profesionales concretas mientras que el 24% cree que lo importante es trabajar y le da igual en qué. Este porcentaje es bastante similar al recogido para el resto de los jóvenes (80%).
Las sombras, sin embargo, siguen siendo también múltiples y algunas suponen complejos desafíos para la equiparación de los jóvenes con discapacidad con el resto de las personas de su edad: una generación que ya afronta grandes dificultades de por sí. Entre otras, podemos destacar las siguientes:
- Menor nivel formativo y falta de oportunidades de capacitación. El nivel de estudios de los jóvenes con discapacidad es inferior al general. En efecto, si un 15,4% de la población menor de 25 años tiene estudios universitarios, esta proporción es tres veces inferior entre las personas con discapacidad (4,6%).
- Presencia casi residual en las profesiones STEM y profesiones cualificadas. La mayor parte de los menores de 30 años con discapacidad orienta su búsqueda de empleo al sector logístico (46,8%); seguidos de un 42,5% que quiere emplearse en la hostelería; un 33,4% que busca trabajo en el área de la limpieza y un 21,2% en el ámbito de la seguridad.
- Ausencia de experiencias previas en el marco empresarial que dificultan la contratación. La presencia de la discapacidad en las empresas sigue siendo una asignatura pendiente en España. Si bien en los últimos años se ha incrementado su penetración en los entornos empresariales, la mayor parte de los contratos (alrededor de 7 de cada 10) se suscriben en el ámbito protegido, en Centros Especiales de Empleo (CEE).
- Efecto combinado de discapacidad y desempleo juvenil= mayor discriminación laboral. El 90,4% de las personas menores de 30 años con discapacidad manifiesta haber sentido, en alguna ocasión, discriminación en la búsqueda de empleo, por la doble condición de joven y de persona con discapacidad.
- Inferiores expectativas profesionales. Una menor formación, dificultades de capacitación, insuficiente presencia de los jóvenes con discapacidad en las empresas o mayor discriminación se alzan como barreras que merman la seguridad y la confianza de los jóvenes con discapacidad a la hora de afrontar la búsqueda de empleo. Todo ello puede repercutir en una actitud más desfavorable y en una baja autoestima que mengua aún más las posibilidades laborales de los jóvenes con discapacidad, así como sus expectativas profesionales.