Según los datos publicados por el «2º Informe Millenials con Discapacidad, motor de futuro», elaborado por la Fundación Adecco y JYSK, en nuestro país hay 9.477 millennials con discapacidad buscando una oportunidad laboral. Esta cifra probablemente sea mucho mayor, debido a que el estudio sólo se refiere a los menores de 25 años (millennials son los nacidos entre mediados de los 80 y principios de la década de 2000).
De éstos, un 35% son desempleados de larga duración. La mayoría no son optimistas y piensan que les costará mucho encontrar un puesto de trabajo. El 72% cree que la discapacidad les perjudica debido a prejuicios negativos que aún persisten en la sociedad.
En este sentido, Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco destaca que “los jóvenes con discapacidad opinan que los prejuicios y estereotipos siguen muy asentados en la sociedad y en la empresa, mermando sus oportunidades profesionales. Si bien este pensamiento no puede servir de pretexto para no buscar empleo, no deja de basarse en una realidad: todavía existen multitud de creencias estereotipadas en torno a las personas con discapacidad, que las asocian con menor productividad, menor compromiso o mayor absentismo. Desde la Fundación Adecco trabajamos por erradicar estos prejuicios, que están cimentados en el desconocimiento o la falta de experiencias previas”.
Entre aquellos que encuentran empleo, los millennials con discapacidad suelen tener mayores oportunidades laborales en el sector industrial como peones (20,2%). También encuentran oportunidades como personal de limpieza (19,6%).
El estudio destaca también que sólo un 8,2% de los jóvenes con discapacidad tiene estudios universitarios, una situación que en opinión de Pablo Pineda es debida a que “muchas personas con discapacidad, especialmente intelectual, terminan su formación con 18 años y su única alternativa es un centro ocupacional o Centro Especial de Empleo. En mi caso me considero afortunado, pues fui a la Universidad, si bien no tiene por qué ser la única vía. Desde mi punto de vista, el valor de la educación inclusiva es precisamente buscar la equidad, analizar las necesidades de cada persona y ofrecerle alternativas que respondan a las mismas. De este modo, las personas con discapacidad podríamos alcanzar la plenitud educativa haciendo una FP, con un certificado de profesionalidad o mediante otras fórmulas intermedias que no nos conduzcan a tocar nuestro techo formativo a los 18 años. La idea, pues, es prolongar la formación de las personas con discapacidad hasta los 25 para que puedan competir con garantías en el mercado laboral”.
“El futuro de nuestra sociedad depende de las nuevas generaciones, entre las cuales no podemos permitir ningún tipo de discriminación. Por ello, consideramos estratégico empoderar a los más jóvenes con discapacidad, de cara a que tengan las mismas oportunidades que el resto y su talento no quede desperdiciado en una economía que tanto les necesita”, concluye Olafgilbert Zoder, Responsable de Administración y Personal de JYSK España.