Es probable que, pese a todos sus defectos y más allá del Covid-19, nuestro mundo económico y social actual sea mucho mejor de lo que pensamos, tal como demuestra empíricamente Steven Pinker, desde su creencia ilustrada en el progreso.
Entonces, ¿cómo entender ese sentimiento generalizado de insatisfacción?, esa portada del Newsweek que nos preguntaba ¿si todo va tan bien por qué nos sentimos tan mal?
Es posible que un mayor sentido sobre la dignidad humana e individual, como fundamento moral contra la pobreza, la desigualdad, la discriminación, etc. nos haga sentir más incómodos frente a esas situaciones, tal como nos explica Javier Gomá.
En estos días, el World Economic Forum ha publicado su nuevo “The Future of Jobs Report 2020”, en cuyo prefacio propone la creación de un nuevo “contrato social” que promueva un sistema socio-económico más justo, sostenible y equitativo.
Considera que los esfuerzos para afrontar los grandes desafíos, tales como la mayor desigualdad, el impacto de la digitalización en el trabajo, la creciente polarización mundial, etc., van muy por detrás respecto al impacto disruptivo de las grandes transformaciones, acelerándose y agravándose por las consecuencias económicas y de empleo provocadas por Covid-19.
De cara a 2025 y a su impacto en el trabajo, este informe nos cuenta, en primer lugar, que el ritmo de digitalización se ha acelerado. Genera, junto a Covid-19, una doble disrupción, que provoca que el 43% de los encuestados prevea reducir sus plantillas, y el 41% piense expandirse a través de talento externo.
En segundo lugar, la mala noticia es que estima una aceleración de la destrucción de puestos de trabajo, como consecuencia de la automatización, que afecte a 85 millones, mientras la buena noticia es que se prevé, a la vez, una creación de 97 millones de puestos.
Y, por último, estima que, de manera urgente, el 40% de los trabajadores actuales necesitarán dedicar un tiempo medio de seis meses para reciclarse y aprender. Es obvio que necesitamos una gran alianza para el aprendizaje.
Como nos cuenta Harari en su última obra, las enormes innovaciones industriales del siglo XIX alteraron de tal forma nuestra forma de trabajar y de vivir, que alumbraron tres relatos o ideologías, fascismo, comunismo y liberalismo, que intentaron explicar y dar un sentido a nuestro mundo, derivando en grandes conflictos hasta conseguir estabilizar el nuevo modelo.
Podemos afirmar que el fascismo y el comunismo desaparecieron, mientras el liberalismo necesita una profunda reinvención.
El dilema actual es que el nuevo relato lo están escribiendo, desde su mejor saber, tecnólogos y científicos a medida que progresan en su trabajo.
¿Podremos esperar contar con un nuevo relato que dé sentido humanista a la 4ª Revolución Industrial? ¿quién lo está escribiendo? ¿Podemos aspirar a que surja espontáneamente un modelo más justo, sostenible y equitativo?
Las decisiones de hoy condicionarán de una manera muy relevante el modo de vida de las próximas generaciones.
Esta pandemia pasará y cuando salgamos a la superficie nos encontraremos un mundo muy cambiado sobre el que habrá que aprender mucho, pronto y durante toda la vida, y ahí estaremos nosotros, los de entonces, aquellos que, sabiendo que el conocimiento es el antídoto contra el miedo, como expresó Waldo Emerson, seguimos siendo los mismos.
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