Ni un minuto de calma
Como afirma la historiadora Mary Beard, no parece que, en ningún momento de la historia de la humanidad, alguien haya pensado: “¡joé, qué época tan tranquila me ha tocado vivir!”.
En el mundo de la empresa parece que tampoco contamos con un minuto de calma, nunca dejamos de gestionar cambios, crisis y momentos de adversidad.
Por eso, todo directivo debería saber gestionar todo este lío, sin perder la confianza, el respeto y las ganas de su gente.
Sobre todo, su confianza.
Eso es liderazgo, lograr que las personas quieran hacer lo que es necesario hacer.
Compartamos algunas reflexiones para este tiempo de turbulencias, ERTE´s y ERE´s.
En primer lugar, hablemos sobre la incertidumbre externa.
Es un hecho objetivo y poco podemos hacer frente a ella, aunque sabemos que la naturaleza humana siempre necesita encontrar respuestas para adaptarse a ella.
Pero lo que sí que está en nuestra mano, es minimizar la incertidumbre interna, compartiendo con el equipo y con total transparencia, información y reglas de juego claras que es lo que crea certidumbre.
Los seres humanos tememos a lo desconocido, a la sorpresa con potencial impacto negativo en nuestras vidas.
Incluso, una mala noticia conocida siempre es mejor que la incertidumbre.
Podemos gestionar lo conocido, pero no lo desconocido.
En segundo lugar, la adversidad necesita de comunicación sincera, completa y relevante, tratando a la gente como adultos.
Todos estamos de acuerdo, pero cuántas veces no habremos escuchado: “no expliquemos todo lo que sabemos a nuestra gente, porque no lo van a entender o se van a distraer.”
La confianza necesita de un compromiso leal con las personas.
Como dice Javier Fernández Aguado, “el hábito de la lealtad se encuentra en el origen de la confianza. Cuando puede ponerse la fe en alguien (cum-fiducia: con fe) se está seguro de que al día siguiente no habrá sorpresa. Cuando hay lealtad, no hay sospecha.”
En general, aunque todos predicamos oficialmente nuestro compromiso con la gente, no todos nuestros colaboradores lo notan.
En tercer lugar, importante el compromiso genuino con principios y valores que dignifican a la persona.
Orienta nuestras decisiones y transmite seguridad y coherencia, generando la confianza necesaria para navegar en aguas turbulentas.
Cuando los valores o principios dejan de inspirar nuestras decisiones, estas carecen de moralidad, y tal como nos dice la profesora Adela Cortina, lo contrario de lo moral no es lo inmoral, sino la desmoralización, y nadie quiere tener personas o equipos desmoralizados, con la moral baja.
Y, en cuarto y último lugar, nos referimos a la credibilidad y confiabilidad, como cualidades personales esenciales.
Son atributos que los demás nos conceden a través de lo que ven y sienten.
Son de lenta cocción, y se ganan a cucharadas, pero se pierden a cubos.
Exige coherencia entre lo que se dice y luego se hace.
Toda negociación en la adversidad exige cuidar los pilares básicos que sostienen a toda comunidad, como son el respeto a la persona, cumplimiento de los compromisos, sinceridad, integridad, y generosidad razonable (nunca se debería discutir el último euro).
Nada se puede reconstruir posteriormente dentro de un equipo si se han conculcado esos pilares.
Como afirmó Bukowski: “si lograste engañar a una persona, no quiere decir que sea tonta, sino que confió en ti más de lo que te merecías”.
Recetas de siempre para cualquier tiempo. Porque nosotros, los de entonces, aquellos que creemos que, en lo esencial, la naturaleza humana no cambia, seguimos siendo los mismos