Prefiero hablar de “pandemonio”, más que de “pandemia”, sin menoscabar al problema real.
Desde casi un año estamos manejando un mal colectivo global cuyo nombre es Covid 19, una enfermedad que está afectando a la población mundial en los cinco continentes, con una contundencia muy grave en algunas áreas del planeta.
Tras los primeros brotes en China donde el virus SARS COV-2 se formó de una manera sospecha según muchos expertos, la enfermedad que produjo – Covid 19 es el nombre de la patología – llegó a Europa a finales de 2019, por mucho que los europeos nos dimos cuenta por primera vez en enero de 2020.
Italia fue el primer país donde la opinión pública se percató del problema con los primeros contagios – una pareja de turistas chinos en Roma – en enero y los primeros brotes en las regiones del norte de Lombardía, Veneto y Emilia en la segunda mitad de febrero.
Al comienzo del fenómeno, infecciones, contagios, hospitalizaciones se desarrollaron repentinamente sin ninguna explicación suficientemente racional.
Los primeros casos se detectaron en ciudades muy pequeñas o hasta en pueblecitos desconocidos de la “Pianura Padana”, un área geográfica bastante homogénea a orillas del río Po.
Codogno, Vo’ Euganeo, Sant’Angelo Lodigiano. ¿Nos acordamos de ellos? Muchos hasta en Italia ni conocían a estos centros con clarísima vocación industrial situados entre Milán, Bolonia y Pádua aproximadamente.
Todos pensamos que las conexiones económicas y comerciales con China pudieran ser la causa de una epidemia que tenía pinta fuese de “importación”.
Cuando en Europa aparecieron otras cepas distintas de las italianas, comprobamos finalmente que no había ni “Wuhan italiano”, ni problemas sanitarios locales. Sino que, poco a poco, esto se iba a convertir en un fenómeno global.
El “particularismo” de Italia, una vez más, dio respuestas muy diferentes por eficacia.
En Lombardía el sistema sanitario tuvo muchísimos líos, por la excesiva hospitalización – los hospitales públicos y la red de clínicas privadas en Lombardía son eficientes y capilares – por paradójico que pueda aparecer;
en Emilia y en Véneto, en cambio, pese a la gran calidad y a la eficiencia de los respectivos sistemas sanitarios, optaron por otra estrategia: muchas pruebas e inmediato aislamiento domiciliar de la mayoría de los enfermos.
Bueno, sin ahondar con informaciones y análisis demasiados técnicos, hay que añadir que en Lombardía el problema fue muy mal gestionado por el gobierno regional.
La sanidad en Italia es ante todo competencia de las Regiones.
Y además hay que tener en cuenta que la población residente en Lombardía rebasa los 10 millones de habitantes, haciendo de ella la Región más populosa de Italia (Lazio, la Comunidad regional de Roma, es la segunda con poco menos de 6 millones).
Total, el virus puso muy mala cara enseñando empezando a difundirse también en el Centro y en el Sur de Italia, aunque en la “primera ola” con números muy inferiores que en el Norte y en Lombardía, donde los números desbordaron.
Los síntomas se presentaron a menudo graves y las UCIs y los Centros para mayores sufrieron muchísimos decesos.
Ahora bien, llegaron los confinamientos y las restricciones generales que hasta el mes de mayo se revelaron desde luego necesarios y eficaces para contrastar el virus. Sin más.
Pero, sin embargo, el miedo ha jugado un papel muy gordo en la difusión epidémica, de ahí el titular de «pandemonio»
Tras haber encontrado las mejores medidas para gestionar la primera, Italia se encuentra ahora frente a su “segunda ola” epidémica.
Después de la vuelta a la “nueva normalidad”, con un verano inevitablemente caracterizado por viajes y desplazamientos, también “de proximidad” y con algún natural relajamiento, ahora tenemos por delante un nuevo incremento de contagios, aunque del virus prevalezcan las formas leves y asintomáticas.
El miedo sigue muy alto, alimentado por un debate público demasiado polarizado entre el “terrorismo mediático” dominante y la minimización superficial de unas minorías marginales.
Por supuesto que el mundo de los científicos aún debe hallar las mínimas respuestas a la marea de preguntas que nos están oprimiendo desde hace meses.
El “pandemonio” que en esta epidemia global produjo sufrimiento psíquico, neurosis, ansiedad y depresión en la casi totalidad de la población mundial, aún queda por cesar.
Hasta que las vacunas – a punto de salir, ¿dentro del año? – no produzcan sus efectos positivos, el miedo lo dominará todo perjudicando la salud mental de mucha gente.
Esto sin hablar de la circulación del virus que el miedo seguirá favoreciendo, saturando el sistema sanitario e induciendo a los Gobiernos estatales a cerrarlo todo, nuestras economías y nuestras vidas.