La mala noticia, es que no hace mucho se publicó un estudio que sostenía que, aunque el 93% de los directivos declararon que el miedo no es recomendable para lograr resultados, el 50% reconocieron que en su empresa se fomentaba el miedo para alcanzar los objetivos.
Parece que esto tiene algo que ver con la alta cifra de españoles en situación de baja, por causa de estrés o ansiedad de origen laboral, tendencia creciente y cada vez más preocupante.
Más allá de que utilizar el miedo para dirigir sea algo bastante chungo, la buena noticia es que tiende a ser bastante inútil. Veamos las razones.
Por un lado, los que más saben nos dicen que, en poco tiempo, las máquinas realizarán mucho mejor las tareas más repetitivas y fácilmente predecibles, centrándonos las personas en actividades basadas en la creatividad y en la innovación, difícilmente automatizables y, en lo que, por ahora, somos mejores que los robots.
Por otro, estamos entrando en la era del pensamiento, tras haber dejado atrás la era de la información y la era del conocimiento, de las que tanto hablamos durante décadas.
Hemos convertido a la tecnología en una gran aliada en la gestión de la información y del conocimiento, y sabemos respondernos cada vez mejor sobre “lo que son” y “para qué son” las cosas, pero ahora necesitamos del pensamiento crítico para formularnos buenas preguntas, “cómo debemos vivir”, ante los grandes desafíos tecnológicos, científicos, sociales y económicos, que nos trae la 4ª Revolución Industrial.
Necesitamos del pensamiento para que “nuestra especie funcione mejor, y no colapse evolutivamente”, tal como sostiene el arqueólogo Eudald Carbonell.
Pero la neurociencia nos explica que la creatividad, innovación y pensamiento crítico son incompatibles con sentimientos de miedo y ansiedad.
Como ya sabemos, ante situaciones de amenaza, nuestro cerebro desactiva su zona más inteligente, el neo-córtex, y cede el mando a una zona más primaria, el hipotálamo, que gestiona la crisis a través de tres respuestas posibles: ataque, huida o bloqueo.
Mientras se mantenga el estado de alerta o amenaza, nuestro mecanismo de supervivencia se centrará en estas conductas básicas, e impedirá potenciar nuestras conexiones neuronales o sinapsis, esa función cerebral menos básica y más inteligente, que es las que nos permite ser creativos, curiosos, e innovadores.
Como recuerda Pilar Jericó, “cuando el miedo entra por la puerta, el talento sale por la ventana”.
Por el contrario, un ambiente basado en la libertad, confianza y propósito empresarial que dé sentido a nuestra actividad, es la base para potenciar la creatividad, energía y pensamiento crítico.
En este contexto cobra sentido la definición de liderazgo de Javier Fernández Aguado cuando expresa que “liderar es lograr que los demás quieran hacer lo que tienen que hacer”. Personas desafiadas sólo por su propio trabajo.
Las cosas cambian, pero nuestra naturaleza permanece. Porque nosotros, los de entonces, los que sabemos que “lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando”, seguimos siendo los mismos.