Los acontecimientos que han sacudido al mundo en los últimos tiempos parecen haber modificado para siempre el esquema de valores de la sociedad y la relación de las personas con sus trabajos. La percepción de fragilidad, inestabilidad e incertidumbre ha acelerado cambios importantes en las expectativas del empleado, especialmente en el talento más joven.
Tantos cambios descolocan a las empresas y sus líderes, que a menudo encuentran dificultades para empatizar con sus personas y manejar sus códigos y claves interpretativas. El fenómeno conocido como “la Gran Dimisión” no ha llegado a traducirse en una cifra relevante de renuncias en España, pero sí ha contribuido a tomar consciencia de la necesidad de reorientar la propuesta de valor de las empresas para atraer y retener talento.
Esto está provocando que empresas y directivos se aferren cada vez más al propósito como referencia de liderazgo. El propósito acude como faro para proporcionar rumbo a conciencias y estrategias empresariales en un momento donde nada parece durar para siempre.
La velocidad a la que evoluciona la tecnología supera a la capacidad de aprendizaje, por lo que los conocimientos caducan cada vez más rápido y su valor es relativo y temporal. Precisamente por la velocidad a la que evoluciona la demanda de conocimiento, los líderes actuales tienen dificultades para sostener su autoridad como expertos y conocedores de todas las disciplinas. El líder con propósito no persigue siempre dictar qué y cómo debe hacerse, sino activar palancas que motivan a los empleados y ayudarles desde un papel de colaborador.
Este liderazgo es más intuitivo, está más interesado en el lado humano, y es más consciente de los valores que guían y motivan a las personas. Si bien tradicionalmente primaban los conocimientos técnicos o las habilidades estrictamente profesionales, este cambio de mentalidad proporciona una nueva dimensión a los procesos de selección y criterios de evaluación del rendimiento. No siempre el foco es lo que la persona conoce, sino su capacidad de resolución de problemas, su actitud ante la incertidumbre, o su alineamiento con el propósito de la compañía.
La irrupción constante de elementos imprevisibles en los proyectos y planes a largo plazo conduce inevitablemente a esquemas de pensamiento más orientados al corto plazo, ya que de otro modo, deben reorientarse y reconstruirse constantemente. El liderazgo con propósito busca dotar de perspectiva y rumbo incluso a la planificación cortoplacista, persiguiendo un objetivo que, aunque no siempre es alcanzable materialmente, supone una guía aspiracional y motivacional. Esto los hace más resilientes ya que generalmente están más capacitados para desbloquear momentos de indecisión, aportando claridad interna en circunstancias con poca claridad externa.
Este tipo de liderazgo se siente más cómodo en la incertidumbre porque permanece fiel a sus valores constantes. Esto le permite enfocar los problemas en clave de oportunidad, elevarse y actuar positivamente frente a las reacciones típicas de nuestro cerebro reptiliano: huir, luchar o paralizarse.
Autor: Ignacio Mazo, responsable del área de Liderazgo y Coaching del Sur de Europa y Latinoamérica de BTS