A hombros de gigantes
Sé que cuando buenas personas con talento bueno se unen en torno a un desafío común, acaban pasando grandes cosas.
La historia de la humanidad está llena de ejemplos.
Sabemos que, cuando en el año 165, el emperador Marco Aurelio se enfrentó a la peste Antonina, lo primero que hizo fue rodearse del mejor talento de Roma y le concedió el máximo poder de decisión.
También sabemos que cuando Churchill tuvo que enfrentarse a la reconstrucción de su país, dejó la gestión de la guerra en manos de militares, y creó un equipo de gran prestigio, con Keynes y Beveridge al frente.
Si miramos a Italia, acaba de hacer algo parecido.
Podríamos caer en el “adanismo” de pensar que, hasta que no hemos llegado nosotros, el mundo ha vivido en el error o, por el contrario, inspirarnos en genios como Newton, cuando expresó que “si he logrado ver más lejos, ha sido porque me he alzado a hombros de gigantes”.
El enorme desafío que afronta nuestra sociedad necesita ahora del mejor talento disponible.
En primer lugar, para crear puentes de entendimiento, diálogo y cooperación, y para ello se necesitan personas de prestigio, con alta credibilidad y confiabilidad personal.
El problema ahora no está en las ideas, sino en las personas, cautivas de una inercia que dificulta construir un “sangre, sudor y lágrimas” genuino, convincente y con capacidad de movilizar y comprometer a toda la sociedad en un momento, lamentablemente, demasiado épico.
A pesar de este virus, seguimos contando con un talento sénior curtido en mil batallas, que tejieron día a día la España democrática de hoy.
Que hicieron real el sueño de una Europa común, territorio de libertad, solidaridad y prosperidad, y, sobre todo, pasaron por otras muchas crisis que les obligaron a caer, y a levantarse, y a volver a caer, y a volver a levantarse.
Una larga experiencia valiosa regala la sabiduría, la serenidad y la autenticidad personal, que permite avanzar ligero de equipaje, prescindiendo de lo accesorio y dogmático, y descubriendo lo esencial de las cosas, terreno fácil para el encuentro entre diferentes.
Con los años desaparecen los egos y ambiciones de poder, y desde la humildad, la empatía, la generosidad y la cooperación, es más fácil encontrarse.
Es muy fácil caer en el efecto llamado Dunning-Kruger, por el cual los individuos con escasa habilidad o conocimientos sufren de un sentimiento de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas más preparadas.
Necesitamos ahora personas que formulen buenas preguntas en vez poseer todas las respuestas.
Como decía Benedetti, “cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas”.
Atrévase a crear un equipo de talento sénior, que ya no aspire personalmente a ganar nada, sólo a servir a su país, y tendremos el deseado pacto nacional que tanto necesitamos. Si se sube a hombros de gigantes, lo conseguirá.
Como expresó Marco Aurelio, “el objeto de la vida no es estar al lado de la mayoría, sino escapar de formar parte del lado de los insensatos”, porque nosotros, los de entonces, aquellos que anhelamos recuperar la unidad y confianza en nuestras instituciones, seguimos siendo los mismos.