Comentaba hace poco con un directivo de recursos humanos que la empresa saludable ya es algo más que una tendencia.
Hay múltiples factores, pero uno de ellos es el giro que las nuevas generaciones han dado a las necesidades laborales que se priorizan con el objetivo de ganarse su fidelidad, lo que provoca que las organizaciones inviertan cada vez más en beneficios sociales para mejorar la atracción y retención del talento, tanto externo como interno.
Hoy en día, trabajar en un entorno o una empresa saludable es una de las grandes demandas de los trabajadores.
El deporte, la salud y el bienestar forman parte de esas nuevas necesidades que tiene el talento y que, en la actualidad, figuran entre sus prioridades, por delante incluso de cuestiones ligadas al ascenso y la promoción de la carrera profesional o la formación.
También de la parte salarial. Pero, ¿cómo son esas empresas? Y, sobre todo, ¿sobre qué valores asientan su cultura?
En este sentido, la salud laboral tiene varias dimensiones.
La más evidente es la física y, por ello, muchas compañías han comenzado a invertir en servicios y acciones dirigidas a promocionar el deporte –casi siempre ligado a causas benéficas y a actividades en grupo- y la alimentación sana.
No obstante, ser una empresa saludable va más allá.
Significa apostar por el bienestar de un trabajador a nivel global: emocional y económicamente.
Se trata de brindarle un espacio y unas herramientas que permitan hacerle la vida más sencilla.
A cambio, y según revelan investigaciones cuantificables, el empleado se siente respaldado e importante y, por ello, concede a la empresa un valor diferencial que es visible cuando le toca ejercer como embajador de marca.
No sólo aumenta su fidelidad hacia la corporación, sino que se siente más vinculado a ella, respondiendo más y mejor a las demandas que ésta puede tener en términos de eficiencia o resultados y, por tanto, de productividad.
Asimismo, invertir en un entorno laboral o empresa saludable también implica una apuesta clara por la conciliación de la vida personal con la profesional, a través de un incremento de las opciones flexibles de trabajo, la apuesta por las nuevas tecnologías -que permiten agilizar los procesos y el necesario respaldo económico, que incluye un paso más en las políticas retributivas de la compañía.
Todo ello, con un mismo fin: reducir los alarmantes niveles de estrés que están manifestando tener los empleados y que, a día de hoy, son una de las grandes causas de la fuga de talento.
Para el buen devenir de la compañía, es clave identificar los focos de estrés.
Ante este escenario, es aconsejable investigar si se trata de una cuestión personal o si tiene que ver con las rutinas de trabajo que se desarrollan en la compañía.
Cuando se trate del primer caso, es recomendable analizar la cuestión, pues son varios los estudios que revelan que son los padres y sus problemas para conciliar el principal foco de estrés de generaciones como la ‘X’.
Si, por el contrario, se trata de un problema dentro de la empresa, hay que ver si es una cuestión técnica -ligada a requerimientos formativos o de recursos- u organizativa, vinculada a un exceso en el volumen de trabajo, una descoordinación entre áreas de negocio y departamentos o una mala comunicación, entre otras causas.
Tras este paso, es importante barajar diversas soluciones, implicando en el proceso de elección o creación de ‘la hoja de ruta’ a los trabajadores afectados, ya sea vía encuesta o mediante el ejercicio de un feedback directo, pues lo que a una compañía le puede parecer una buena alternativa, puede suponer un empeoramiento de la situación para los empleados.
Finalmente, se debe medir los resultados para conocer la efectividad de las medidas implantadas, advertir errores y mejoras en su aplicación y saber si la acción necesita de más tiempo para que los efectos positivos no sólo sean reales y tangibles, sino también percibidos por los empleados.
Responsable de Comunicación, Marketing y Negocio Digital de Up Spain
