Uno de los rasgos más importantes que ha impulsado nuestro progreso como especie humana ha sido la curiosidad, el deseo por aprender, explorar y descubrir. Sin ella, no habríamos descubierto el fuego, la agricultura, el lenguaje y los grandes avances científicos y tecnológicos que nos siguen asombrando cada día. Como escribió Einstein a un amigo: “no tengo un especial talento, solo soy apasionadamente curioso”.
La época que estamos viviendo necesita de una dosis muy alta de curiosidad en personas y organizaciones que, desde la observación, formulemos buenas preguntas, con mentalidad abierta para aceptar nuevas ideas y cambiar de opinión, escuchemos y construyamos desde las ideas de otros, y desarrollemos un pensamiento crítico e independiente. En definitiva, con curiosidad para encontrar explicación a las cosas que suceden a nuestro alrededor y trasladar las ideas a la realidad, haciendo que las cosas pasen.
Recientemente, la compañía farmacéutica Merck, con más de 350 años de historia, ha vuelto a publicar un nuevo informe de investigación sobre la curiosidad, Merck State of Curiosity Report 2018,reconociendo este rasgo como uno de los pilares que ha impulsado su progreso científico y tecnológico a lo largo de más de tres siglos de su existencia.
En dicho informe encontramos dos conclusiones interesantes. La primera, que una cultura basada en la curiosidad es más relevante que la propia tecnología, y que además es gestionable.
La segunda, que las personas identificadas y definidas como curiosas comparten las siguientes características personales:
- En primer lugar, sienten una especial satisfacción por aprender en el trabajo e incorporar nuevos conocimientos
- En segundo lugar, son conscientes de lo que no saben, y toman la iniciativa para resolverlo
- En tercer lugar, están especialmente abiertos a las ideas de los demás, escuchando con interés perspectivas diferentes a lo que ellos piensan
- Y finalmente, y en cuarto lugar, gestionan eficazmente la ansiedad, incertidumbre e incomodidad que genera la puesta en marcha de nuevas ideas. Se sienten cómodos en el cambio.
En definitiva, ser curioso no es solo encontrar nuevas ideas o innovar. Tiene más que ver con la forma de relacionarse con lo nuevo, con la complejidad, características del tiempo que nos está tocando vivir.
Frente a ello deberíamos preguntarnos si la cultura real de nuestras organizaciones propicia comportamientos de curiosidad o los narcotiza; no es fácil la respuesta, más allá de lo aparentemente correcto. Lo mismo deberíamos preguntarnos a nosotros mismos.
Tal como expresó el abogado Gerry Spence: “prefiero que mi mente se abra movida por la curiosidad a que se cierre movida por la convicción”. Porque nosotros, los de entonces, los que gracias a dudar de mucho y preguntarnos por todo hemos llegado hasta aquí, seguimos siendo los mismos.
Tomás Pereda
Colaborador de Foro Recursos Humanos, de AZC GLOBAL