El gran salto
Y casi todos se han ido para no volver. Aunque ahora pongamos el foco en el teletrabajo, realmente sólo ha sido el detonante.
Su mérito ha sido descongelar una manera diferente de trabajar, que estaba pidiendo su oportunidad desde hace tiempo, pero que lo impedía una gruesa capa de egos, prejuicios, y miedos a perder el poder.
El confinamiento, como gran experimento global, ha puesto a millones de personas a pensar, a crear y a innovar al mismo tiempo.
Contamos con aprendizajes y experiencias de gran valor que deberían ser aprovechadas por las empresas para afrontar mejor la crisis económica.
Se deberá recuperar el nivel de ingresos, repensar qué tipo de organización se necesita, impulsar definitivamente la digitalización, y desarrollar el liderazgo adecuado para que todo esto funcione.
Para ello, identificamos cinco factores clave: agilidad, ecosistemas de talento, digitalización, espacios, y liderazgo.
En primer lugar, aquellas empresas que han gestionado la crisis con mentalidad de startup han funcionado mucho mejor.
Equipos con claridad sobre lo que había que conseguir, han tomado las mejores decisiones con rapidez y eficacia.
Esta mejor manera de trabajar ha dejado muy tocado el modelo jerárquico tradicional.
Equipos enfocados y transversales y con autoridad para decidir, han sacado a la burocracia del campo de juego.
Como decía Buffett, ha bajado la marea y se ha descubierto quien nadaba desnudo.
La agilidad, como habilidad para reconfigurar estrategia, estructura, procesos, personas, y tecnología al servicio de la creación de valor, ha salido reforzada.
En segundo lugar, la experiencia de trabajo en remoto ha hecho desaparecer no sólo los signos de jerarquía, sino los muros y fronteras tradicionales de la empresa.
Esta experiencia ha integrado a clientes, a proveedores, a freelancers, y a cualquiera que tuviera algo que aportar y que ganar.
Surge un ecosistema de talento mucho más abierto, colaborativo e integrador.
En tercer lugar, la digitalización se ha acelerado, resolviendo con urgencia y eficacia necesidades de negocio.
Pero también representa un riesgo de “tecnoexclusión” para empresas y personas.
En cuarto lugar, el concepto de oficina, el espacio físico, ya está en profunda revisión.
Es probable que la oficina se convierta en un lugar de encuentro para reforzar el sentimiento de equipo.
Ya no será el lugar al que “hay que ir a trabajar”, sino un eslabón más de la cadena de actividad.
Y, en quinto y último lugar, llegamos al liderazgo, el gran protagonista de el gran salto.
Se enfrenta al gran reto de “limpiar, fijar y dar esplendor” a todo lo positivo de este aprendizaje.
Hablamos de gestionar la cultura, la labor más importante de un líder.
Surgen nuevas preguntas:
- ¿Qué tipo de compañía queremos ser?,
- ¿Cuál es el modelo de liderazgo que necesita esta nueva etapa?,
- ¿Cómo mantener la cultura y valores ante una menor presencialidad?,
- ¿Cómo preservar la experiencia de comunidad?
Hemos llegado hasta aquí sin hablar del teletrabajo. Ha sido el detonante, pero nada más que eso.
Porque nosotros, los de entonces, aquellos que sabemos que la flexibilidad, colaboración y sentido de responsabilidad personal nos ayudarán en este viaje, seguimos siendo los mismos.
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