Los que nos dedicamos a la gestión de personas sabemos lo importante que es dar buen ejemplo, predicar con el ejemplo. También sabemos que las personas mimetizamos o imitamos los comportamientos de personas que, con gran influencia, observamos habitualmente. Esto pasa respecto a nuestros jefes en la empresa, de lo cual ya hablamos en nuestro anterior comentario sobre transformación, y especialmente y de manera importante respecto a nuestra clase política y demás personajes influyentes que aparecen frecuentemente en los medios de comunicación y redes sociales, convirtiéndose estas últimas en el canal de mayor impacto en nuestros comportamientos.
Posiblemente hace tiempo olvidamos hablar en la empresa de conceptos como justicia, estética o ejemplaridad pública, esta última muy olvidada por todos aquellos obligados a ejercerla: empresa, clase política y medios de comunicación.
Como nos explica el filósofo Javier Gomá, en una sociedad libre como en la que vivimos, la ejemplaridad pública es la fuerza transformadora más importante para generar buenas costumbres y hábitos, necesarios para un buen uso cívico de la libertad. Una sociedad en libertad permite elegir, pero no asegura la elección de lo bueno. Por eso, es tan importante esperar de aquellos que gobiernan la sociedad, las empresas, y los medios de comunicación ejemplaridad pública, ejemplarizar desde el buen ejemplo, porque todos tienen una enorme responsabilidad en la mejora de nuestra convivencia social.
La conferencia de Davos celebrada hace unas semanas, y respondiendo a la pérdida de credibilidad que afectó al mundo empresarial durante la última crisis económica, expresó la necesidad de que la empresa asuma una mayor ejemplaridad pública, comprometiéndose a un mayor protagonismo directo en la mejora de la sociedad, identificando y definiendo indicadores de propósito social en su actividad. En este sentido, la firma Deloitte presentó en Davos el resultado de una encuesta que mostraba que el 40% de la población millennial considera que el objetivo de una empresa debe ser mejorar la sociedad, representando los que opinan de esta manera un poder de consumo equivalente a 40.000 millones de dólares.
Respecto a nuestra clase política, tenemos por delante una larga campaña electoral. Ya comenzamos a ver debates que muestran comportamientos que no toleraríamos a nuestros hijos y serían inaceptables en un comité de dirección por poner en riesgo la buena convivencia familiar o laboral. Comenzamos a escuchar soflamas mitineras regañonas e irrespetuosas con el discrepante. Si ese es el modelo de convivencia que aspiran a que imitemos estamos en serio peligro como sociedad. Resuena de nuevo el reproche que el revolucionario Saint-Just elevó ante la Convención: “Se promulgan demasiadas leyes, se dan pocos ejemplos”.
Liderar una empresa o una sociedad es el arte de ejemplificar. Hablemos de nuevo de ejemplaridad. Porque nosotros, los de entonces, los que nunca agradeceremos lo suficiente el ejemplo recibido de esas personas que fueron clave en nuestras vidas, seguimos siendo los mismos.
Tomás Pereda
Colaborador de Foro Recursos Humanos, de AZC GLOBAL