Todas las previsiones sobre el futuro del trabajo coinciden en dos cosas. La primera es que, puede ser que tan cerca como en 2022, se produzca una gran renovación cuantitativa y cualitativa de los puestos de trabajo actuales, como consecuencia de la llamada 4ª Revolución Industrial. Una cantidad muy significativa de los puestos actuales desaparecerá, seguido de una importante creación de empleo posterior, que es probable que sea superior al empleo destruido, lo cual se inicia con una mala noticia que puede acabar en una buena.
La segunda, y que ya comenzamos a vivirlo, es que el empleo que se necesitará será muy diferente al actual, en términos de conocimientos -qué sé-, habilidades -qué sé hacer-, y actitudes -cómo soy-.
De hecho, hoy ya estamos comprobando un importante desajuste entre las competencias digitales demandadas y las ofertadas por el mercado de trabajo. En un estudio presentado por el IESE hace un par de semanas, se constató que el 72% de las 53 grandes empresas encuestadas encontraron problemas para cubrir los puestos, por no encontrar candidatos con los conocimientos, habilidades y actitudes necesarias. En la misma línea, la aún actual Ministra de Trabajo afirmó recientemente que “España tiene un déficit de 70.000 empleos ligados a la tecnología”, puestos que se han quedado sin cubrir en 2018. Ello coincide también con un reciente estudio de Manpower que afirmó que el 45% de las posiciones buscadas en 2018, y a nivel global, se quedaron sin cubrir, de las cuales el 24% correspondieron a España. Todo ello conviviendo con una tasa de desempleo española del 14 %, que en los jóvenes representa el 33%, y todo esto no ha hecho más que empezar.
Importante saber que sabemos lo que no sabemos. No hay nada peor que la ignorancia inconsciente. Más que nunca, aprender es la palabra mágica. El IESE nos dice en su informe que el sistema educativo es el problema, pero también la solución, y especialmente para el desempleo juvenil.
Pero me temo que no contamos con mucho tiempo. La tecnología no solo siempre ha ido por delante, sino que ahora lo hace cada vez más rápido. Cuando eclosione en un par de años la revolución tecnológica, nos encontraremos con que nos sobran cientos de miles de empleos y nos faltan otros cientos de miles que no existirán. ¿Por qué las personas, las verdaderas protagonistas de esta historia, no nos ponemos ya en marcha? Como nos hubiera dicho el gran Luis Aragonés, se trata de aprender, aprender ¡y volver a aprender!
Es probable que esta vez nadie llegue a tiempo para rescatarnos. Ni gobiernos, ni empresas, ni jefes. Sentirnos víctimas y echar la culpa a los demás no resolverá nuestro problema individual ni nos servirá de consuelo. Es nuestra vida personal. Ya hemos comenzado a conocer el futuro, en sus inquietantes amenazas, pero sobre todo en sus inmensas oportunidades profesionales. Aún estamos a tiempo si ya nos ponemos en marcha.
Como alguien dijo, la mala noticia es que el tiempo vuela, la buena es que nosotros somos los pilotos. Porque nosotros, los de entonces, los que hemos llegado hasta aquí gracias a nuestra capacidad de aprender, seguimos siendo los mismos.
Tomás Pereda
Colaborador de Foro Recursos Humanos, de AZC GLOBAL