Se dice que las personas comenzamos a filosofar cuando movidos por la admiración y la curiosidad ante lo que nos rodea, nos formulamos preguntas fundamentales, ¿cómo hemos de vivir?, ¿qué sentido hemos de dar a nuestra vida? Y en medio de esta búsqueda de significado vital, llegamos a un lugar en el que vamos a pasar gran parte de nuestra vida consciente, y de repente al entrar alguien nos desvela la respuesta que buscábamos: “crear valor para el accionista”…y claro, no hay mucha poesía en ello para movilizar emociones y decidir recorrer esa milla extra que marca la diferencia. Entonces, resuena en nuestros oídos un lamento muy común: “es que la gente de ahora no se compromete”. Y recuerda al consejo de un padre a su hijo casadero: “hijo mío, todo lo que no sea casarse por dinero es puro erotismo”.
Parece que hay evidencias que las nuevas generaciones -y no solo las nuevas- volvemos a echar de menos el compromiso de la empresa con un propósito social, genuino y auténtico, que movilice y proporcione un significado adicional al esfuerzo, más allá del legítimo y necesario cumplimiento de los objetivos de negocio, primera responsabilidad de todo buen gestor.
Hace semanas ya hablamos de cómo en la última conferencia de Davos se expresó la necesidad de que la empresa defina un sentido de propósito que incorpore indicadores de mejora de la sociedad, ya que un escenario de creciente desigualdad y deterioro de la naturaleza representa una seria amenaza para el desarrollo económico y empresarial. La última crisis ha dejado muchos restos del naufragio en la sociedad, y entre ellos, una reputación empresarial un tanto magullada.
Según un reciente estudio llevado a cabo por Harvard Business Review y patrocinado por EY Beacon Institute, el 89% de los encuestados afirman que contar con un sentido compartido de propósito mejora la satisfacción del empleado, el 84% constata una mejora en su capacidad organizativa de transformación, y el 80% afirma un incremento en la fidelización del cliente. Encontrar significado importa. Contar con una definición de propósito representa una ventaja competitiva que se refleja directamente en el rendimiento del negocio.
Viene a cuento recordar ahora el texto del anuncio atribuido al explorador Ernest Shackleton, y publicado en The Times, para reclutar a los 27 hombres que constituirían su tripulación para atravesar la Antártida: “Se buscan hombres para viaje peligroso. Salario bajo, frío intenso, largos meses en la más completa oscuridad, peligro constante, y escasas posibilidades de regresar con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito”. Al parecer respondieron 5.000 personas.
Al final, contar con un propósito que dé significado a nuestro trabajo, compromete. Porque nosotros, los de entonces, aquellos que hemos encontrado inspiración en las palabras de Viktor Frankl: “quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo”, seguimos siendo los mismos.
Tomás Pereda
Colaborador de Foro Recursos Humanos, de AZC GLOBAL