Marta Capellán está acreditada como Professional Certified Coach (PCC) por la Federación Internacional de Coaching (ICF), y es actualmente miembro de la Comisión de Competencias de ICF-España.
Hay momentos en que palabras como incertidumbre e innovación juegan un papel crucial en nuestra vida profesional. En mis sesiones de coaching veo cómo mujeres y hombres directivos reflexionan sobre ellas y se plantean cómo pueden adaptar su estilo de liderazgo a las necesidades presentes y futuras de su organización.
Si queremos que esas palabras se conviertan en aliadas y no en enemigas, tenemos que prepararnos para ser capaces de “crear futuro”. Debemos mejorar nuestra capacidad de impacto e influencia, tanto en nuestra vida como en la de los demás, y poder valorarnos como líderes del siglo XXI.
La auto-valoración comienza con el conocimiento de uno mismo y de nuestro entorno. Requiere una actitud de «apertura de miras», una buena reflexión y buenos feedbacks por parte de ese entorno.
Lynda Gratton, catedrática en London Business School y asesora de empresas a nivel internacional, ha dedicado parte de su investigación científica a predecir cómo será el entorno laboral del futuro, y qué rasgos deberían tener los líderes del siglo XXI.
De acuerdo con Gratton, «el rol del liderazgo en los próximos 20 años será inspirar a otros, gestionar sistemas complejos, de partes interesadas, e intervenir en nuevos retos medioambientales y sociales, que ya hoy empiezan a ser parte de nuestra realidad».
En este sentido, la catedrática nos ofrece cuatro áreas cruciales para que un líder sea capaz de gestionar una empresa resistente a los retos futuros y tendencias actuales:
1º Innovación y experimentación.
Cada vez será más necesario implementar las mejores ideas innovadoras que provengan de empleados y clientes, y que vayan dirigidas a cómo desarrollar productos y/o servicios de la organización. Como líderes, debemos ser capaces de invertir y crear recursos que lleven a la organización a competir en los primeros puestos.
2º De estructuras jerárquicas a sistemas orgánicos
Un mercado en constante evolución ofrece oportunidades para quienes sepan, organizar y gestionar el trabajo por proyectos, de corto o largo plazo. La creación de relaciones de colaboración y confianza con otras sociedades, pequeños empresarios o autónomos, serán vitales para conseguir esos sistemas orgánicos. Una fortaleza de valor diferencial clave para alinear estrategia y estructura organizativa.
3º Creación de políticas de recursos humanos a prueba de futuro
La relación “padre-hijo” con el empleado, en la que se le dice dónde, cuándo, cómo y en qué hay que trabajar, se tendrá que sustituir por la relación “adulto-adulto”, en la que las decisiones se tomen en conjunto. La capacidad humana y tecnológica para proporcionar esta flexibilidad será crucial para atraer talentos.
4º La ventaja competitiva será la capacidad de construir alianzas de cooperación en el mercado
Hasta ahora, muchas organizaciones han crecido basándose en la competencia para triunfar. La atención de los líderes actuales debe centrarse en crear culturas de cooperación, confianza e inclusión. La visibilidad que tengan, el trabajo en equipo, la colaboración mutua y los modelos a seguir, serán los motores de estas nuevas culturas emergentes.
En definitiva, hoy más que nunca nos debemos valorar como líderes, sintiéndonos capaces de crear futuro,, cambiando el “yo” por el “nosotros” en todos los sentidos y comprobando que los feedbacks que recibimos son congruentes con nuestras reflexiones y actuaciones.