Tiempo de frontera
Necesitábamos un detonante para impulsar la transformación, y en eso llegó el Covid-19, haciéndonos sentir la urgencia y la necesidad para sobrevivir, y lanzándonos hacia el futuro.
De repente, los cambios que predijimos para años, ocurrieron en meses.
Como la necesidad agudiza el ingenio, nos centramos en lo esencial, arrojamos lo accesorio por la borda, y descubrimos una mejor manera de trabajar, mucho más ágil y eficaz, que hizo saltar por los aires las viejas creencias de un mundo de ayer.
Sobre todo, durante meses logramos el cambio de mentalidad que llevábamos esperando desde hacía años.
Trabajamos con mayor confianza, flexibilidad, autonomía, empatía y un mayor sentido de responsabilidad individual.
Pero, al salir del confinamiento, y como decía Gramsci, nos encontramos en la encrucijada de “un viejo mundo que se muere, con uno nuevo que tarda en aparecer, y con los monstruos que surgen en este claroscuro”.
En esa frontera porosa por la que se cuelan esos monstruos de la involución. Dos cosmovisiones frente a frente.
Por un lado, vemos a personas y a organizaciones aprovechar los aprendizajes de estos meses, y seguir progresando hacia un futuro incierto.
Por el otro, vemos a los que añoran un pasado que ya no existe, y prefieren retroceder hacia un territorio conocido y de peligrosas certidumbres.
Junto a estos últimos, observamos con preocupación un anteproyecto de ley de trabajo a distancia que no parece mostrar mucho entusiasmo con el trabajo flexible.
Según un reciente estudio de Robert Walters, el 69% de los directivos prefiere volver al modelo de trabajo presencial tradicional, mientras que sólo el 7% de los empleados desea reincorporarse a la oficina a tiempo completo.
La Fundación Alares, en la misma línea, confirma que al 95% de las personas le gustaría continuar trabajando en remoto.
Todo indica que el modelo jerárquico tradicional ha quedado cuestionado, pero el mundo de los egos y el statu quo no lo van a poner fácil.
Todo lo nuevo es muy vulnerable, y necesita de apoyo y protección. Intuíamos que, una vez superada la fase aguda de la pandemia, la inercia preferiría recuperar lo malo conocido que continuar camino hacia lo bueno por conocer.
Legislar ahora por excepción, bajo la influencia de la experiencia anómala e imperfecta del estado de alarma podría echar por tierra el importante avance conseguido.
Como en la metáfora del dedo que señala la luna, lo de menos es el teletrabajo.
Lo esencial ha sido la nueva mentalidad y la manera diferente de relacionarnos que han aflorado a lo largo de esta experiencia, y que nos conectan mejor con el futuro.
Las cualidades personales que han hecho que las cosas funcionaran mejor en remoto, son las que desde hace tiempo se vienen demandando por la 4ª Revolución Industrial, y no se encuentran.
Necesitamos aprender a aprender, aprender a pensar, y aprender a sentirnos individualmente más responsables.
Dejamos atrás la era de la información, la era del conocimiento, para entrar decididamente en la era del pensamiento.
Necesitamos más de una reencarnación o reinvención mental, un “big reset”, que nos lleve a nuevos aprendizajes, que la reconstrucción de un modelo económico y de empleo que ya no funcionaba.
Como afirmó Viktor Frankl, “estamos desafiados a cambiarnos a nosotros mismos”, porque nosotros, los de entonces, aquellos que sabemos que cuando cambian nuestros pensamientos, cambia el mundo, seguimos siendo los mismos.
People Strategic Foro Recursos Humanos
Responsable red empresas en Fundación máshumano