Pocas veces hablamos de esos jefes maestros, que creen firmemente que una parte importante de su papel es enseñarnos, en fomentar en cada uno de nosotros la curiosidad y el interés por aprender y ser mejores cada día (ser buena persona).
Hace unos meses la revista Harvard Business Review publicó un artículo, escrito por el profesor Steven Roth, y dedicado a entender qué hacen y cómo son este tipo de líderes, que se distinguen con gran éxito por ser maestros de sus equipos.
Son personas que habitualmente dedican una parte importante de su tiempo para reflexionar con sus colaboradores sobre conocimientos técnicos, enfoques tácticos, principios de negocio o cuestiones relacionadas con la propia vida.
Lo que les une a todos ellos es que sus compañías se distinguen por alcanzar los mejores resultados de negocio de su sector, y convierten a sus empresas en las más valiosas canteras de talento.
Suelen centrarse en tres tipos de enfoques, el primero, en aspectos relacionados con la profesionalidad en el trabajo, sobre cómo ser eficaces en las reuniones, cómo comunicar una visión, cómo ser un buen mentor de una manera constructiva, o cómo ser ejemplo de integridad y comportamiento ético.
En segundo término, dedican mucho tiempo a tratar sobre cuestiones del propio oficio, sobre cómo hacer bien el servicio o producto objeto del negocio.
Personalmente, recuerdo al fundador de IKEA, Ingvar Kamprad, explicarme cómo se debían colocar los vasos en la inauguración de la primera tienda que se abrió en España, o a Tomás Pascual sobre cómo mantener una conversación comercial con el dueño de una pequeña tienda de alimentación.
Y, en tercer lugar, ponen mucho interés en debatir sobre cuestiones concernientes a la propia vida.
Como hubiera dicho Kapuscinsky, “para ejercer de directivo, ante todo, hay que ser buena persona. Las malas personas no pueden ser buenos líderes. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”.
Los líderes maestros crean deliberadamente momentos específicos para enseñar, tanto durante la actividad laboral, como provocando las circunstancias para que suceda.
Adaptan y personalizan el aprendizaje a las circunstancias del equipo, formulando buenas preguntas, y enseñando desde el ejemplo personal.
Margarita Salas perteneció a esta buena raza de líderes maestros. Como afirma su discípula y prestigiosa científica María Blasco, “enseñó a muchos de los líderes de la ciencia española actual a hacer ciencia, apoyó a los científicos durante toda su carrera y creó unos vínculos científicos y humanos intensos”.
Cuando un líder incorpora conscientemente el rol de maestro, construye lealtad personal, impulsa el desarrollo de sus colaboradores, y consigue resultados superiores.
Como dijo Goethe, “trata a un hombre tal como es, y seguirá siendo lo que es; trátalo como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser”. Porque nosotros, los de entonces, los que recordamos la influencia en nuestras vidas de los buenos maestros, seguimos siendo los mismos.