La historia moderna es la historia del hombre por alcanzar su libertad, la lucha por conseguir la plena expresión de su potencialidad, en todo aquello que puede lograr llegar a ser como persona. Aunque se ha avanzado mucho, aun perviven en muchos de nosotros importantes enemigos internos e invisibles, que inhiben de manera importante nuestra libertad individual, territorio esencial en la gestión del talento, propio y ajeno. Uno de estos enemigos se expresa de forma muy clara bajo la frase: “los demás son responsables de las cosas que me suceden”.
Todos los días vivimos situaciones en las que la primera reacción es echar la culpa a alguien de lo que nos pasa, a cualquiera, excepto yo. Nos sentimos acreedores de derechos, pero menos deudores de obligaciones, como si alguien, ajeno a nosotros, se debiera de ocupar en despejar nuestras incertidumbres y velar por nuestra felicidad.
Nuestro propio lenguaje refleja una forma de hablar impersonal que no tiene sujeto: se perdió, se rompió, se cayó, se estropeó. Aprobé o me suspendieron, alcanzamos los objetivos o la compañía entró en pérdidas. Como sabemos, “el triunfo tiene muchos padres, mientras el fracaso es huérfano”.
Tal como explica el profesor Fredy Kofman, rechazamos sentirnos culpables porque necesitamos declararnos inocentes frente a lo que nos pasa, pero esto nos lleva a que si no somos parte del problema tampoco podremos ser parte de la solución, con lo cual somos victimas impotentes, resentidas y resignadas ante un destino frente al que sentimos que poco podemos hacer, y ahí volvemos a buscar la culpabilidad y la responsabilidad en los demás.
Pero lo que nos hace genuinamente humanos es poder elegir desde nuestra libertad, comenzando por asumir que somos nosotros los que tenemos el problema, así como la responsabilidad para resolverlo, dentro de las circunstancias que en cada momento nos toca vivir, y jugando de la mejor forma las cartas que la vida nos ha repartido. Es cierto que elegir desde nuestra libertad es más incómodo porque la duda, la ansiedad y un cierto sentimiento de soledad pueden llegar a ser el precio a pagar. Abandonar el silencio de los corderos nos permite escuchar el verso de Walt Whitman: “Ya no aceptarás cosas de segunda o tercera mano, escucharás todas las voces y pensarás por ti mismo”.
Todos y cada uno de nosotros nos enfrentamos profesional y personalmente a un nuevo cambio de época, en el que todas las previsiones apuntan a que la Revolución Industrial 4.0 alterará de manera profunda el mercado laboral y el tipo de saber necesitado. Pero tenemos en nuestras manos la oportunidad de convertir esta amenaza en una enorme oportunidad, dependiendo de cómo la afrontemos cada uno de nosotros. Ser libre nos lleva a elegir, decidir, a la acción, y a un resultado, haciendo que las cosas sucedan por las decisiones que cada uno de nosotros tomamos. En un tiempo en el que el conocimiento nos hará más libres, y representa la única fuente de estabilidad laboral que podemos esperar, el aprendizaje individual es el camino. No podemos poner nuestro futuro en manos de lo que otros hagan o no hagan. Nadie dijo que ser libre fuera fácil.
Para este viaje volvemos a contar con el poema Invictus, de William Henley: “No importa cuán estrecho sea el camino, cuán cargado de castigos el viaje, soy el amo de mi destino, el capitán de mi alma”. Porque nosotros, los de entonces, aquellos que siempre hemos sabido que la carretera secundaria es más importe que el destino, seguimos siendo los mismos.
Tomás Pereda
Colaborador de Foro Recursos Humanos, de AZC GLOBAL