María Teresa Estevan Bolea es una de las primeras mujeres licenciadas en España en Ingeniería Industrial. A sus 70 años acaba de ser reconocida por su trayectoria profesional por el Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Madrid, COIIM. Ha llegado más alto que cualquiera de las decenas de hombres que la rodearon durante sus años de estudiante. Presidió durante cinco años el Consejo de Seguridad Nuclear, estuvo al cargo del Consejo Superior de Industria y Energía, fue diputada en el Parlamento Europeo y en el Congreso de los Diputados y casi nunca ocupó cargos que no fuesen directivos. Jubilada, y sin parar en su actividad, se niega a dejar de trabajar y sigue ejerciendo como consultora en tecnologías para la protección medioambiental y de energías. Infoempleo le entrevista esta semana, y recogemos, por su interés, el punto de vista de una de las primeras mujeres Ingeniero Industrial de nuestro país.
Pregunta.- ¿Qué les llevó a estudiar Ingeniería Industrial, una en los años 60 y otra tres décadas después?
Mª Teresa Estevan.- Fue mi padre quien me aconsejó seguir este camino. Después de terminar un excelente Bachillerato me decantaba por las Ciencias Exactas, pero mi padre me aconsejó desestimarlo si lo que quería era dedicarme a algo diferente de la enseñanza. Me dijo que Industriales tenía salidas profesionales más interesantes y no se equivocó, porque la profesión no puede ser más bonita.
P.- ¿Cómo definiría la profesión de un ingeniero industrial?
M.T.E.- Como enormemente crea dora. En español ingeniería viene de ingenio, mientras en inglés hace referencia a las máquinas. Llegas a un terreno donde no hay absolutamente nada, empiezas a estudiar, a diseñar, a operar… y de repente aparece una refinería, una central nuclear o una gran fábrica de productos alimentarios. Esa creatividad que tiene la ingeniería y el tener que usar la cabeza constantemente para resolver los problemas son la base de esta profesión, al igual que lo es una puesta al día constante, por lo cambiante que es este mundo.
P.- ¿Ha cumplido sus expectativas, las ilusiones que tenía cuando comenzó?
M.T.E.- Absolutamente. En el campo profesional no se me ha quedado nada en el tintero. He sido una privilegiada, porque he trabajado con gente muy profesional y muy valiosa. Además, nunca dije que no a ningún reto, porque me gusta todo en esta profesión.
P.- ¿Qué ha aprendido fuera de la Universidad que no le enseñasen en las aulas?
M.T.E.- Mucho, sobre todo en lo referente a tecnologías. Lo que me enseñó la Escuela fue a pensar, a organizarme. Por ejemplo, yo cocino fatal, porque la cocina es un arte. Yo lo hago casi todo de forma cuadriculada, casi cartesiana. Y esa base de mi forma de pensar me la dieron en la Escuela, porque la formación físico-químico-matemática te marca para toda tu vida.
P.- ¿Ha estado a punto de olvidar alguna de esas enseñanzas por la falta de uso en esta profesión?
M.T.E.- Me costaba mucho estudiar Estadística y sacar una buena nota en esa asignatura, pero al terminar la carrera me di cuenta de lo importante que era. Igual que la Termodinámica o la Termotecnia, pero todo lo que se aprende en la carrera se usa.
P.- ¿Le hubiese gustado saber todo lo que ahora conoce de esta profesión cuando empezó a estudiar?
M.T.E.- La verdad es que no. Cada etapa de la vida tiene su encanto. En aquel momento sabía lo necesario y, evidentemente, he ampliado mis conocimientos, pero por entonces ya era suficiente con lo que sabía.
P.- ¿De quién o dónde ha aprendido más a lo largo de su trayectoria laboral?
M.T.E.- De mi padre y de Joaquín Ortega Costa, un nieto de Joaquín Costa, ingeniero excepcional del Ministerio de Industria y subdirector de Planificación Energética. Todos los conocimientos de mis cimientos de energía se los debo a él.
P.- ¿Qué balance haría de estos años de actividad industrial?
M.T.E.- Han dado mucho de sí. He disfrutado mucho con lo que he hecho, he tratado con una gente que no habría conocido si me hubiese decantado por las Ciencias Exactas y he visto realizados todos los deseos profesionales que tenía. Pero, por otra parte, también habría querido dedicarme más a mi familia, aunque lo he descubierto bastante tarde. Admiro profundamente a las mujeres que han tenido el talento de abandonar su profesión para dedicarse a la familia o bien han reducido su jornada laboral. Esas son las inteligentes de verdad.
María Teresa Estevan Bolea fue la primera mujer que entró a formar parte del Cuerpo de Ingenieros del Estado, la primera mujer directora de Medio Ambiente en el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo (MOPU) y la primera mujer aceptada como socia del Casino de Madrid. Afirma que nunca sintió el machismo en años tan duros como los de la pre-democracia, pero que tuvo que ser más seria que cualquier hombre para que nadie se equivocase con ella.
A María Jesús Manzana le inquieta saber si a Estevan la tomaban en serio cuando introdujo en España la necesidad de mirar por el Medio Ambiente. “Siempre me hicieron caso. Lo primero, porque fui la única que quiso encargarse de este asunto, y ello me otorgaba más conocimientos de los que poseían el resto de mis compañeros. Y luego, porque siempre he sido una mujer de fuertes convicciones y gran carácter”, bromea la septuagenaria.
Un mar de dudas
María Jesús aprovecha al máximo el encuentro con Estevan Bolea y la bombardea a preguntas. ¿Cómo nos ven en Europa a los ingenieros españoles? ¿Es más difícil para una mujer ocupar puestos ejecutivos? ¿Todo lo que me espera es positivo? ¿Recuerda alguna anécdota curiosa de su trabajo? La ex presidenta del CSN resuelve sus inquietudes sin dudarlo.
“Si nos comparamos con los ingenieros de Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, los españoles suelen ser los más completos, pero también los más desorganizados. Nos falta el manual para trabajar en equipo, pero nuestra ingeniería es impresionante. De hecho, somos los números uno en ingeniería civil mundial”, responde Estevan.
Con respecto a los cargos directivos, María Teresa asegura que hoy en día existe igualdad de oportunidades para ambos sexos, aunque recomienda a las mujeres que traten de conciliar su vida profesional y laboral para lograr el éxito absoluto.
Por último, reconoce que recuerda con especial cariño los viajes a una planta petrolífera en el ártico y a una central térmica en Buenos Aires.
